Por fin a escalar

Lunes 30 de Julio, 2007

He convencido a Jose, lo cual no me ha costado mucho, para que vayamos al rocódromo hoy al salir del laboratorio. Al levantarme preparo la mochila con el arnés, los pies de gato y la bolsa con magnesio. El mono no para de incordiar.

Hoy ha venido Gal a trabajar. Está visiblemente afectado por el jet lag, casi no ha podido pegar ojo y le cuesta concentrarse. Estos días está muy ocupado, tiene que ponerse al día de todo y la fecha fin de un proyecto está al caer.

Cuando Gal tiene hambre, todo el mundo tiene hambre. Tiene esa capacidad de conseguir que todos nos pongamos a comer al mismo tiempo. Eso está bien, porqué las comidas así son más animadas. Por la tarde le comento que mañana me reuniré con Gery. Le gustaría estar presente, pero necesita que le de un horario más concreto. Hago las llamadas necesarias hasta conseguir la información que necesita. Hoy se marcha pronto a casa, el jet lag y la familia pueden más que su adicción al trabajo.

Jose por su parte no para de hacer simulaciones, son pasadas las ocho y el tio sigue insistiendo. Yo hoy he programado unas simulaciones simples y me he pasado la tarde jugando con los resultados. Pero ya no tengo nada más que hacer. Ni mis miradas más penetrantes hacen mella en su concentración. QUIERO IR A ESCALAAAAAR!!!

Por fin Jose se despega del ordenador, un tanto a desgana. Trabajar tantas horas no puede ser bueno. Cogemos sendos Ferraris y nos vamos de excursión hasta el rocódromo. El principio es de subida, pero a mitad de camino todo empieza a ser de bajada. Jose, muy ávido, se da cuenta de que eso significa que a la vuelta el primer tramo será cuesta arriba.

Cuando llegamos al rocódromo Jose se queda anonadado. "¿Por dónde vamos a subir?" me dice. Pero hay una zona bastante fácil, lo que a primera vista acojona. Como Jose no sabe asegurar, le hacen un minicurso en el que aprende rápido. En ningún momento me siento inseguro escalando con él. Claro está que siempre escalamos paredes con la cuerda ya puesta, porque Jose no sabe asegurar a alguien de primero.

Jose sube casi todo lo que se propone. Como todo el mundo, se queja al principio, pero con insistencia acaba llegando arriba. Yo por mi parte escalo todo lo que se me pone a tiro, dentro de mis posibilidades. Les pregunto a los locales que me traduzcan los carteles y la mayoría sabe algo de inglés. Al final los dos acabamos cansados y emprendemos el camino de regreso. El profesor me ha comentado que si quiero buscarme un compañero para poder escalar de primero, que use el foro online del club de alpinismo de Israel.

La vuelta siempre es más rápida que la ida, además, hemos descubierto un atajo muy interesante. Una vez en casa, nos damos cuenta de que la comida empieza a escasear y nos hemos olvidado de poner algo de carne a descongelar. Pues nada, a comer ensalada de pasta.

Laila tov.

El concierto

Domingo 30 de Julio, 2007

Despertarse un Domingo para ir a trabajar no es nada fácil. Psicológicamente sabes que algo no cuadra y el cuerpo se une rápidamente al complot. También tiene algo que ver el haber dormido poco y caminado mucho durante el fin de semana. La voz de la conciencia siempre acaba poniéndose de lado del despertador, dos contra uno consiguen que te levantes.

Los días de trabajo son siempre más de lo mismo. Llegas, atas la bici mientras intentas que las gotas de sudor no te impidan ver el candado, subes al despacho y esperas a que el aire acondicionado absorba el calor que desprendes. Lees y relees el trabajo que estas escribiendo intentando mejorarlo, intentas buscar la solución a formulas demasiado complejas, comes humus y shawarma, y sigues con la formula. Pero siempre hay algo distinto.

Hoy Alón ha visto de reojo mi desesperación con la formulita de los cojones. Se apiada de mi y permite que le dé el coñazo un rato para ver si me puede ayudar. Lástima no tener a mi matemático preferido por aquí cerca. Ni con la ayuda de Alón consigo resolverlo, pero explicarle a alguien tus problemas siempre te enseña algo nuevo. Alón tampoco puede dedicarme mucho tiempo, tiene mucho trabajo y aparte está estudiando para los exámenes.

Alón siempre está absorto en la pantalla del ordenador, con los cascos de música puestos, y sin prestarle mucha atención a nadie. Si quieres algo de él, tienes que tocarle o gritarle para que se percate de tu presencia. Pero hoy me sorprendo al ver que se dirije a Jose y a mi para comentarnos algo. Hoy por la noche, un chico del laboratorio, Ari, que también había ido a Vancouver con el jefe, Gal, da un concierto en una sala de las afueras de Tel Aviv. Jose y yo no lo dudamos un momento, además Alón se está ofreciendo a llevarnos en coche.

Hoy salimos pronto del trabajo, las 19:30. Alón nos pasará a buscar hacia las 21:30 y tenemos que cenar por nuestra cuenta. El arroz sale algo más blando que la última vez, pero le sigue faltando agua. A la enésima va la vencida. Cuando estamos fregando los cacharros, Alón nos hace la perdida para que bajemos.

Alón suele venir en bici a la universidad, pero su bici es un Ferrari de los de verdad, no de pacotilla como los nuestros. Mientras esperamos en la calle, nos preguntamos como será su coche. Jose apuesta por uno viejo, pero cuidado, de color blanco. A mi me da que no será tan viejo, y que lo tendrá más bien limpito. Jose acierta con el color, aunque no está tan limpio como me esperaba, me acerco yo más en cuanto a la antigüedad. El volante lo lleva con espumilla, los dos esperamos que no conduzca como habla. Este chico es un nervio.

La sala de conciertos está en la zona industrial, lejos de las zonas residenciales y los problemas de aparcamiento. En la entrada, pintada de negro, hay un cartel donde indica su nombre: Koltura. Sólo nos cuesta 40 shekels entrar, sin consumición. La sala es de tamaño mediano, pero tiene un escenario cojonudo. Cuando llegamos está tocando el primero de los dos grupos, así que nos acercamos a la barra a pedir algo para beber. Jose y Alón piden cerveza y yo una limonada, soy un poco aguafiestas.

Todos los integrantes del primer grupo llevan kipa. Alón nos confirma que es un grupo religioso, incluso tienen canciones sacadas literalmente de la Biblia, en hebreo. La música es un pop rock más bien melódico, pero no lo sabríamos definir mejor. A veces las canciones se vuelven más roqueras, lo cual me hace saltar la imaginación. Me cuesta no soltar alguna carcajada cuando me imagino la sala repleta de pingüinos con la mano en alto, sujetando algún libro sagrado a modo de antorcha, y dando cabezazos completamente sincronizados al ritmo de la música.

Después del grupo pro-pingüino, sube al escenario el grupo de Ari. Dos guitarras eléctricas, batería, bajo y una cantante sin instrumento. El concierto es muy bueno, la chica tiene una voz increible y Ari también canta, con voz de blues, mientras toca la guitarra eléctrica. La mayoría de las canciones son en inglés, pero nunca intento entender lo que dicen. Disfruto del espectáculo e intento no pensar.

No hay tercer grupo, así que Alón nos lleva a casa y nos dormimos pronto.
Laila tov.

La ciudad santa, segunda parte

Sábado 28 de Julio, 2007

En el tejado hace más frío del que pensaba, sin manta se hace difícil dormir. A lo lejos los gatos se pelean por mantener su supremacía. Todos se pelean por su pedazo en esta ciudad tan codiciada. La salida del sol se agradece, por suerte tengo la capacidad de dormir con la luz encendida. Una manta, colocada a modo de persiana, aplaca los rayos antes de que puedan llegar a tocarme. Jose, que no ha tenido tanta suerte, se pone protección solar para no quemarse.

Jose es el primero en ir a ducharse, yo le guardo las cosas y mientras espero, medito. El lugar se presta a ello. La presencia de mi vecino me saca del trance. Es un chico alto, dorado al sol, pero de origen germano y con el pelo corto. David es de Edinburgo, lleva meses viajando por muchas ciudades de Europa hasta llegar a aquí. Su viaje es en cierta forma un peregrinaje, a su manera. Conversamos calmadamente sobre religión, meditación y su viaje en general. Jose se une a la conversación al volver de la ducha, ahora me toca a mi.

En el hostal, las duchas son los lavabos. A un lado del retrete hay una pica y al otro una ducha, sin ningún tipo de separación. Está limpio, pero no me atrevería a ducharme sin chanclas. Al volver arriba, Jose y David siguen charlando. No tardamos mucho en despegar, no sin antes desearle las mejores experiencias a nuestro audaz escocés. Prevee acabar su largo viaje con el camino de Santiago.

Al bajar a la recepción, nos permiten dejar las mochilas en la cueva, a nuestro riesgo, y así podemos seguir de excursión con menos peso. Hoy iremos otra vez a la iglesia del Santo Sepulcro, yo no tuve ocasión de explorarla del todo el último día y David nos ha comentado que en el fondo hay enterrada otra iglesia, la de Santa Helena. De camino, me paro en algunas tiendas para comprar rosarios que podré bendecir.

Entramos en la iglesia, más vacía que la última vez. Jose se pone a hacer cola delante de la entrada de la decimocuarta y última estación del Vía Crucis, para poder entrar a ver el sepulcro de Jesús. Yo prefiero no hacer cola y me doy una vuelta, hasta encontrar las escaleras que bajan hasta un sotano con un altar. La zona es fresca, húmeda y con poca luz. La gente pasa por ahí, pero en menor cantidad. Yo aprovecho para sentarme en una esquina y sentir la presencia de tantos otros, que desde hace cientos de años, habían pasado por ahí. Casi sin pensarlo, saco un rosario de la bolsa. Hacía muchos años que no rezaba, casi no me acuerdo de las oraciones. Recuerdo a mi abuela, de niño rezabamos juntos sentados en el borde de mi cama. A ella le hubiera encantado tener este rosario. Ojalá pudiera hacérselo llegar.

Jose me encuentra y me avisa de que ya ha visto el sepulcro. Yo le digo que me estaré un poco más aquí abajo. Nos encontraremos a la salida dentro de poco. Cuando salgo de la iglesia y consigo que las pupilas se adapten a la luz, avisto a Jose sentado en unas escaleras al otro lado de la plaza. Ahora vamos a salir de la ciudad antigua, por primera vez desde que entramos, para dirigirnos al jardín de la tumba de Jesús.

En la cola, antes de entrar en el jardín, nos encontramos con un grupo de españolas, 5 en total. Aunque nos han comentado que el contingente español en la ciudad es numeroso, es la primera vez que nos encontramos con alguien de allí. Exceptuando a una francesa que vive en Barcelona, y al judio sevillano/mallorquín. Hacemos la visita al jardín juntos, una de ellas se sienta en un banco a descansar, Marta. Las otras cuatro vienen a la boda de una amiga judía a Israel. De paso están visitando el país. A Marta la conocieron en una de sus aventuras, ella ya lleva más tiempo aquí, y no es la primera vez que visita el país. Se conoce mucho la zona, así que como parece no importarles, nos acoplamos.

En el jardín, hay una cueva donde supuestamente enterraron a Jesús después de la muerte en la cruz. Al lado del jardín se puede ver una pared de piedra y una explanada convertida en aparcamiento para autobuses. Se cree que fue en la explanada donde le crucificaron. El jardín es muy bonito y hay zonas apartadas muy acogedoras. Allí encontramos a Marta antes de que nos avisen de que están cerrando el jardín por ser la hora de comer.

Todos habíamos desayunado tarde, Jose y yo nos acababamos de comer un pan repleto de sémola buenísimo. Aunque todos queríamos ir al monte de los olivos, estábamos de acuerdo en que habría que esperar a la tarde, cuando el sol entrara en fase de descanso. Marta nos lleva al Hospicio Austriaco, en pleno barrio árabe. Antes de llegar tenemos que sortear tenderetes, transeúntes y carretillas llenas de víveres que se deslizan calle abajo. Los conductores suelen ser adolescentes, que se divierten surfeando detrás de la carretilla, montados encima de unos neumáticos enganchados al eje trasero por una cadena metálica. Es sorprendente que nadie se haga daño.

El edificio del hospicio sobresale del resto por limpio y cuidado, en la entrada están de obras y nunca hubieras dicho que se podía entrar a tomar algo. Nos sentamos en una mesa los siete y nos tomamos cafés, tes y alguna cocacola. Aprovechamos para conocernos y chafardear. Cuando nos acabamos las bebidas, subimos al tejado, desde donde nos han dicho que hay vistas a toda la ciudad. Todos vamos como locos con las cámaras de lado a lado, yo no tengo la más grande, así que tengo que esperar a que las chicas con preferencia acaben para conseguir las mejores vistas.

Volvemos a salir de la ciudad antigua, esta vez para encaramarnos al monte de los olivos. Pero antes Marta nos lleva a un restaurante árabe, con aire acondicionado, donde comemos humus y kebab. Con el buche lleno, eprendemos la marcha hacia el monte. La primera parada, antes de empezar la cuesta, es Getsemaní, el jardín con olivos milenarios donde Jesús oró por última vez antes de ser apresado. Nos separan de los olivos unas vallas, que no son ningún impedimento para nuestras camaras que los machacan a fogonazos. Los troncos tienen más de dos metros de diámetro. Al lado del jardín hay una iglesia bautista, que al entrar encontramos en plena misa, con toda una congregación de feligreses de color, vestidos de forma llamativa. Sin entender porqué, todos se levantan y empiezan a marcharse, haciéndose fotos mientras los dos curas, uno pálido y uno de color, siguen dando misa como si nada pasara. Todo un espéctaculo cultural.

Pasa poco tiempo antes de que nosotros continuemos el camino, hay una pendiente considerable, pero la calle tiene muros altos a los lados que nos tapan de la colera menguante del sol. Si caminas de espaldas al monte, puedes ver la ciudad santa que se aleja y queda más y más abajo. Casi se pueden ver los mosaicos de Qubbat al-Sakhrah. A nuestra derecha está el cementerio judío. Los que tienen el privilegio de ser enterrados aquí, serán los primeros en ser resucitados a la llegada del Mesias. Las puertas de entrada al cementerio están abiertas, yo me adentro a visitar tumbas, algunas nuevas y otras antiquísimas. En la mayoría se puede leer ישראל que se lee como Ishrel, o Israel en castellano. No hay una sola flor cerca de las tumbas, exceptuando a un olivo, las plantas no quieren crecer aquí. Además, la forma que tienen los judíos de honrar a sus familiares muertos, es poniendo una piedra en la lápida. El hecho de que una cultura milenaria como esta, que espera durar muchos milenios más, ponga piedras en vez de flores en las tumbas da una idea de cual es su manera de entender el tiempo.

Al llegar arriba hay una vista majestuosa de la ciudad antigua. El sol se pone detrás de ella y se puede ver una neblina polvorienta, mi camara no consigue captar nada. El camino de regreso es sencillo, la gravedad hace la mayoría del trabajo. Haber empezado el recorrido tarde implica que solo podemos ver 2 de las 7 iglesias del monte abiertas. Otra razón para volver.

Bajando me doy cuenta de que no llevo encima la bolsa de rosarios que había comprado. Es posible que me la haya dejado en el restaurante árabe. Paso por ahi y me atienden muy amablemente. Me hacen pasar al despacho, donde acceden por ordenador al momento de nuestra cena, lo tienen todo grabado. Encima de la mesa no puedo ver la bolsa negra donde tenía los rosarios. Me disculpo por hacerles perder el tiempo y vuelvo con el grupo. Quizás me los dejara en el hospicio austriaco.

Ya es de noche, con lo cual ha acabado el Shabbat, los autobuses de vuelta a Tel Aviv empezarán a funcionar pronto y aunque no estaría mal quedarse más tiempo aquí, tenemos compromisos en la universidad. Cerca del hostal de las españolas, en medio del mercado musulmán, nos despedimos de ellas y nos deseamos mutuamente un viaje inolvidable. Jose y yo vamos hacia el hospicio a ver si tengo suerte y encuentro la dichosa bolsa. Por desgracia la puerta está cerrada y no podemos entrar. Cierta parte de mi cree que mi abuela ha utilizado alguno de mis despistes para llevarsela. Espero que le gusten los rosarios.

De camino al hostal una señora mayor, envuelta en una manta negra nos pide, a base de gestos, que la ayudemos a llevar una bolsa a su casa. Jose y yo, extrañados, accedemos. La bolsa no pesa mucho, y la señora nos guía, mediante sonidos incomprensibles, hacia la entrada de su casa. La puerta es de madera gastada, y dentro no se ve ningúna luz. Tenemos que subir las estrechas escaleras a ciegas, intentando no golpearnos la cabeza con nada. El olor allí dentro es nauseabundo. A lo lejos se oye una voz juvenil que responde a los gritos de la señora. Cuando acabamos de subir las escaleras sentimos su presencia, pero no le vemos, todo sigue oscuro. Le dejamos la bolsa en el rellano de entrada y volvemos hacia abajo, él nos da las gracias en hebreo.

Finalmente, llegamos al hostal, donde siguen nuestras mochilas intactas, y nos despedimos del recepcionista. De paso le preguntamos cuál es la mejor manera de llegar a la estación de autobuses. El autobús número 21 nos lleva a la puerta desde el portal Yafo. La ciudad nueva de Jerusalem es como cualquier otra ciudad moderna, pero después de 2 días metidos en una zona milenaria, no nos sabemos orientar y casi nos perdemos. Un amable comerciante nos indica el camino correcto y encontramos el autobús de vuelta a la estación.

La estación está repleta de gente esperando autobuses, nosotros empezamos a hacer cola para el 405, que lleva a Tel Aviv, pero al entrar el conductor nos avisa de que el tiquet es para el 400. Nos salimos a buscarlo y lo encontramos al fondo, con una cola de pingüinos esperando a subir. Vamos bien encaminados. Por suerte no hay suficientes pingüinos como para llenar el autobús y esta vez podemos ir sentados.

Salimos del autobús y nos acordamos de lo húmedo que es Tel Aviv, de camino a casa hemos perdido otros 2 litros de agua a base de sudar. Antes de meterme en la cama me ducho, pero sigo sudando. Espero aclimatarme pronto.

Lehitra ot

La ciudad santa, primera parte

Viernes 27 de Julio, 2007

El zumbido de algún mosquito hambriento me despierta varias veces a lo largo de la noche. Como hace algo de frío decido ir en busca de una manta para refugiarme del él y de ser víctima del acoso incesante de los endiablados insectos. Acabo por desvelarme pronto, Jose todavía está durmiendo en su cama.

El sol ya hace tiempo que está calentando las callejuelas de la ciudad. Dejo la guía en el hostal y me pierdo por entre las callejuelas del barrio armenio de Jerusalem. Siempre que encuentro un cruce, giro a la izquierda. Así vas a parar a las zonas más recónditas de la ciudad donde sólo llegan los vecinos y algún turista perdido. Algunos se sorprenden al verme y me intentan guiar hacia la zona turística, pero yo me resisto e insisto en seguir perdido por esta ciudad tan apasionante.

El hambre ataca sin piedad y no estoy dispuesto a comprar nada que haya comido antes. En una tiendecita de una calle paralela al mercado, encuentro trozos de mango, melón, fresas y otras frutas secadas al sol como las pasas. Ya tengo desayuno a base de chucherias orgánicas.

Me vuelvo a adentrar entre las calles y encuentro muchos lugares llenos de encanto: la primera iglesia cristiana, un templo ortodoxo, otro armenio. Que divertido es perderse! En cuanto encuentro una calle conocida, me dirijo hacia el hostal y en su puerta me encuentro a Jose esperando. Por suerte no llevaba mucho tiempo.

Nos dirijimos hacia el portal de Yafo, donde pretendemos subirnos a la muralla a dar un paseo y ver la ciudad desde su extremo. La ruta norte esta cerrada, pero un guía turístico nos enseña el camino hacia la ruta sur, se llama Jorge. Jorge es un tipo muy peculiar, de tez morena y piel gastada. El pelo corto y en su juventud moreno, ahora blanquea por la edad. Tiene las uñas de los meñiques bastante más largas que las demás. Jorge se ofrece a guiarnos por la ciudad, como habla bastante bien el ingles y sus honorarios nos parecen asequibles, nos aventuramos a recibir una excursión, si más no, interesante.

Jorge nos lleva por la muralla, explicándonos todo lo que vemos a nuestro alrededor. No habla en exceso, pero nació en Jerusalem y se la conoce bien, me parece que demasiado bien. Bajamos de la muralla en el portal Dung. Desde allí nos lleva hacia el muro de las lamentaciones: Koter. Antes de llegar podemos ver el monte de los olivos con su cementerio judío y las iglesias de la Ascension de la virgen y de María Magdalena, ésta última de origen ruso. También podemos apreciar de cerca el Monte del Templo con las mezquitas Qubbat al-Sakhra y Al Aqsa. Por desgracia los no musulmanes no podemos entrar en el Monte del Templo los viernes y sabados. Ya tenemos escusa para volver a Jerusalem.

Jorge nos invita a entrar a la zona del muro de las lamentaciones solos ya que él no quiere acompañarnos. Dice que es cristiano, pero yo tengo mis dudas. No hay mucha gente, pero los pocos que hay te persiguen para que hagas donaciones. Hay pingüinos por todas partes, rezando, lamentandose delante del muro que encierra la esplanada donde algun día podran construir su tercer templo, pero eso para cuando llegue el Mesias. Los mas absortos en sus rezos dan cabezazos al aire mientras recitan de memoria versos de la Tura.

Ya con los bolsillos vacios de calderilla, nos reencontramos con Jorge. Guiados por él, revivimos paso a paso, estación a estación, el Vía Crucis. Desde donde Jesús fue juzgado a morir cruzificado, hasta donde le hicieron la extrema unción y lo enterraron. De camino nos paramos en un par de sitios de amigos de Jorge, para que nos empujen a comprar la mitad de la tienda. Jose se resiste, pero yo practico el arte del regateo. Eso si, el té con menta, que nos sirven mientras negociamos, es delicioso.

Al final del trayecto, después de visitar las últimas estaciones del Vía Crucis, dentro de la Iglesia del Santo Sepulcro, nos despedimos de Jorge. No sin antes pagarle sus honorarios (nota para viajeros, intentad tener siempre el dinero justo que habéis acordado, los guías nunca tienen cambio). Ya es la hora de comer, antes de nada pasamos por el hostal a dejar las cosas que hemos comprado y nos encontramos con un uruguayo que trabaja allí. El tipo se metió demasiada mierda de joven y ahora está aquí porque el señor tiene una misión para él. Le escuchamos atentamente, hoy tiene un mal día y se tiene que desahogar. No sea que se suicide. El hambre no ha cesado, así que guiándonos por el olfato, acabamos deleitandonos con carne super especiada en el Moses Art Cafe.

Por la tarde nos perdemos por la zona judía. Hoy por la noche empieza el shabbat y el muro de las lamentaciones sera toda una experiencia. Hacemos más tiempo perdiéndonos por las callejuelas del barrio cristiano. El barrio árabe la tocamos sólo un poco. Se nota cuando has entrado en el por el notable incremento de suciedad y carretas de comida corriendo por todas partes. Antes de ir al muro de las lamentaciones cruzamos 4 de los 7 portales de entrada a la ciudad antigua, uno de los cuales esta tapiado.

A medida que oscurece, el muro se llena de pingüinos. Estan por todas partes y recitan sus cánticos en coro. Todos cabeceando al aire. Es una visión abrumadora. Los hay que llevan una túnica blanca por encima de la cabeza y dirigen al resto, son los de la familia Cohen. Después de un par de horas por allí, nos informan sobre un grupo de personas que acojen a los visitantes en sus casas para recibir el Shabbat. Jose y yo nos decidimos a intentarlo.

Buscando por los alrededores acabamos por encontrar a un grupo de gente que parece estar rifándose las familias de acogida. Nosotros les decimos que nos encantaría ver un shabbat en directo, a lo cual nos preguntan si somos judios. Mi madre siempre me ha enseñado que hay que ser honesto, así que dije la verdad. La mayoria de familias solo acogen a judíos, pero hay suerte. Un rabino acoge a todo tipo de personas en su casa. Un grupo de pingüinos nos guian a dos chicas, un judio de 45 anyos andaluz/mallorquín residente en jerusalem y a nosotros hacia el enclave. Por el camino se nos une un tipo muy extraño que nadie conoce. Intento hablar con él, pero responde a las preguntas con monosílabos.

Llegamos a una casa repleta de mesas, sillas y gente sentada en ellas. En total habría unas 60 personas. Conseguimos encontrar un sitio para sentarnos en una mesa del fondo. La gente canta y da palmas mientras sirven la comida. Es todo un espectáculo. Todos con sus kipas y muchos pingüinos sueltos. Por suerte, su hospitalidad es ejemplar.

Como es de esperar, el dueño de la casa y rabino de la zona, da charlas mientras los demás comen. Entre charla y charla hay más cánticos, palmadas y comida. Jose y yo nos miramos extrañados pero divertidos y seguimos las canciones como podemos. Hacia el final de la comida, el rabino invita a los comensales a compartir sus conocimientos. O como el lo llama, nuestras propias enseñanzas. Todo esta permitido menos la politica o temas ofensivos para ellos. Al poco rato, nuestro amigo el silencioso, se levanta y se marcha. Qué mosca le habrá picado? Una personas se levantan por turnos; algunos a discutir temas de religión y otros a proponer cánticos. Cuando llega el turno de nuestra mesa para participar, hace falta poco empuje para que me levante yo a dar una charla. Suerte que lo mío no es la vergüenza. Les doy las gracias a todos por su excelente hospitalidad y les aplaudo porque algo así es casi imposible de ver en nuestros países, supuestamente más desarrollados. Tenemos mucho que aprender.

Poco antes del final de la cena, aparece un individuo muy peculiar. Lleva, a forma de turbante, una toalla sucia en la cabeza. Va vestido con una camiseta naranja de tonalidad sucia y unos pantalones a corde con el resto. Llega tarde para comer, pero aún y así le consiguen un sitio donde sentarse. Un señor, sentado delante mío, nos informa de que está un poco desequilibrado, pero no hace daño a nadie. Cuando todo el mundo se levanta para marcharse a casa, después de acabar la cena. El tipo se levanta y coje una botella de agua, se la queda mirando fijamente, y recita algo en voz baja. Lleva muchas semanas intentando hacer magia para convertir el agua en alguna otra substancia, sin éxito. Le deseamos suerte. Quizás se hubiera llevado bien con el Uruguayo.

De vuelta al hostal todo está bastante vacío, exceptuando a algún pingüino despistado que corretea hacia su madriguera. El día ha sido increíble y no nos costará dormir. Hoy toca tejado.

Empieza el peregrinaje

Jueves 26 Julio, 2007

El día empieza ajetreado, tenemos que estar seguros de que no nos vamos a dejar nada que podamos necesitar en Jerusalem. Nos llevamos las mochilas preparadas a la universidad. Como vamos a salir de allí directos hacia el autobus, ni siquiera nos llevamos las bicicletas y sudamos la gota gorda de camino al laboratorio.

Lo primero que hacemos al llegar es reservar cama en un hostal en la ciudad antigua. El hostal aparece en la guía, y los que ya han estado le dan una buena puntuación. Ademas es baratísimo, solo 6 euros la noche. La hora de comer llega y me acuerdo de que hoy es el día de la fruta, ya es demasiado tarde para descomer el yogurt del desayuno, asi que opto por cambiar el dia de la fruta por otro. Lo acabare haciendo el Miércoles, que es el equivalente al jueves cristiano.

Mía nos acompanya en el autocar hacia Jerusalem, ella y el otro americano viven allí. La parada del autocar esta cerca, pero hoy hay huelga en algunos sectores y parece que esta afectando a los transportes públicos. El autobus tarda una hora en llegar cuando no deberia haber sido más de quince minutos.

El autocar llega repleto de gente y nos toca ir de pie en el pasillo. Esta lleno de pingüinos y de camino me da tiempo a contar 25 kipas, 4 patillas-rasta y 8 sombreros de copa. Nos espera un shock cultural bestia. Al cabo de una hora llegamos a la estación central de autobuses de Jerusalem y nos despedimos de Mía que coge el mismo autobus que nosotros pero en sentido contrario.

El autobus nos deja al lado de la muralla que rodea la ciudad antigua de Ierushalaim. La vista desde aquí ya nos impresiona y quedamos absortos. Después de unas vueltas buscando el portal de Yafo, econtramos la entrada bloqueada por un camello. Jose se anima y lo monta por unos pocos shekels mientras yo le hago fotos. La verdad es que el animal me da bastante lástima por el trato que le propinan sus dueños.

Encontramos el camino al hostal fácilmente, atravesando una callejuela llena de tiendecitas de lo mas variado. El hostal es tal y como lo describian en la pagina weh... una cueva. El recepcionista nos ofrece dormir en la habitación de abajo, está mas fresca en verano. La otra opción es dormir en el tejado, que la verdad tiene su rollo, pero nos avisa que a partir de las 5am es imposible dormir. Escogemos dormir abajo la primera noche y la segunda dormiremos arriba para poder madrugar fácilmente e ir a ver el Monte del templo.

Con un hambre corrosivo, acabamos de recoger todo lo que tenemos de valor y salimos en busca de un sitio para cenar. Cerca del hostal encontramo la taberna armenia, que esta dentro de una cuevecita y decorada muy sugerentemente. La comida no defrauda y salimos habiendo saciado nuestro apetito con una elevada dosis de especias.

Hoy hay un pase especial en el museo de la torre de David. Esta todo iluminado y hay un concierto de instrumentos muy curiosos. Los instrumentos tocan solos, pero estan completamente sincronizados electrónicamente. Desde las diferentes torres se puede ver toda la ciudad antigua iluminada por una luna casi llena. Al fondo se ve la cúpula de color dorado de la que tanto hemos oido hablar: Qubbat al-Sakhra, o Mezquita de la Roca para los no musulmanes.

Los guardias de la exposición casi nos tienen que echar, somos los últimos en salir. Desde allí vamos a unas escaleras que hay cerca del hostal para subir a los tejados de la ciudad. Es increíble estar caminando solos por los tejados de las casas y pensar que debajo hay calles llenas de gente que va a casa a dormir. Dando vueltas nos acabamos por perder en la zona judía, pero encontramos el hostal otra vez sin problemas. Ya nos han avisado de que los mosquitos están hambrientos de sangre, espero que sean los únicos.

Rocódromo

Miércoles 25 de Julio, 2007

Hoy nos despertamos temprano para llegar prontito a trabajar. Tenemos que subir al tejado a ver como ha aguantado la noche la rueda. Al venos subir, la bici da saltos de alegría y nos enseña orgullosa que no se ha deshinchado. La ayudamos a bajar hasta la planta baja donde su hermanita estaba esperando algo celosa. Los Ferraris necesitan de la atención de sus dueños, más que cualquier otra marca.

La hora de comer llega antes de lo esperado. No nos apetece ir a comprar caminando bajo el sol abrasador, además, todavía sobra manjar de los dioses, HUMUS! Volvemos a hacernos bocadillos de humus con una especie de pavo cortado a lonchas. No nos hemos atrevido a pedir a nadie que nos traduzca la etiqueta. Nunca se sabe lo que puedes estar comiendo y, como dicen los ingleses, la ignorancia es felicidad.

Yo sigo teniendo mono de escalada, así que a media tarde le pido a Alón si me puede ayudar a descifrar el mapa que me dibujaron en el rocódromo de Tel Aviv. Grata es mi sorpresa cuando Alón me dice que hoy tiene pensado ir a escalar a ese mismo sitio. El mundo está lleno de chalados como yo a los que les gusta la sensación de miedo mezclado con adrenalina. El problema es que Alón no está muy seguro de cómo se llega, lo vendrán a buscar en coche. Yehuda, que estaba comiendo, oye nombrar Kyrat Ono (que a mi me suenta a japonés) y me dice que vive por ahí. Alón de deshace de mis incómodas preguntas y le pasa el muerto a Yehuda. A parte de conseguir que Yehuda me haga un mapa para llegar al rocódromo de la escuela, nos las apañamos para que nos haga un mapa del laboratorio. Nos da vergüenza reconocerlo, pero todavía no nos sabemos los nombres del 75% de la gente de por aquí.

Hablando José y yo, nos percatamos de que el fin de semana está al caer. Qué raro es esto de empezar la semana el Domingo, no se si nos acostumbraremos. Tenemos que decidir rápido el plan para este finde. No tardamos mucho en escoger Jerusalén como nuestro próximo destino. Hemos encontrado un hostal en que las camas nos salen por 5€ la noche y está en el mismísimo centro de la ciudad antigua. La guía de Lonely Planet le dedica unas 90 hojas a la ciudad, así que habrá que concentrarse en lo más importante. Los religiosos del grupo nos muestran su interés por nuestra visita y nos aconsejan las cosas que debemos hacer y las que no. Jerusalem es probablemente el trozo de tierra más disputado de toda la tierra. Los judíos no son precisamente bienvenidos en muchas de sus zonas.

Jose se va directo a casa después del trabajo. La aventura escaladora de hoy la tengo que realizar a solas. Pongo el mapa de Yehuda en la guantera de mi Ferrari y me alejo de la universidad hacia tierras desconocidas. El mapa no es todo lo preciso que uno desearía, pero los puntos de referencia me indican que estoy sobre el camino correcto. Cuando llego al final del camino dibujado en el mapa, encuentro un colegio que está cerrado. Por suerte pasa un chaval de estética punk por ahí cerca que sabe el suficiente inglés para guiarme hasta mi meta.

El rocódromo me deja pasmado. Es del tamaño de una cancha de baloncesto con todas las paredes repletas de vías. Hay desplomes de todos los ángulos imaginables, algunos parecen escaleras para gigantes vistas desde abajo. Tengo que recordarme a mi mismo el ir tragando de vez en cuando la baba, no sea el caso que me atragante. Me dirijo al mostrador, en cuanto salgo de mi trance, y le pregunto al chico sobre las tarifas y horarios del centro. Por 40 shekels puedes pasar todo un día alquilando material, por 30 shekels si el material lo traes tú. Las cuerdas y las cintas exprés las ponen ellos. El único problema es que hay que venir con compañero para escalar en las paredes, pero tienen una zona de búlder, para escalar solo, con colchonetas por si te caes. De repente, de la nada, aparecen dos hombrecitos, el de mi izquierda va vestido de pingüino judío y el de la derecha tiene la indumentaria propia de un medio escalador medio cantante de algún grupo de glam rock de los ochenta (véase Europe). Y los dos empiezan a hablarme a la vez:

Pingu: Qué bonito e interesante es este sitio.
Joey: Joder! Cómo mola tronco, qué coño haces que no estas escalando?
Yo: Es que me he dejado el material y además no tengo compañero.
Joey: Venga hombre, paga la cuota que yo te aseguro.
Pingu: El señor no va a aprobar este tipo de conductas, tu compañero te está esperando en casa, no puedes dejarlo tirado.

Ante semejante derroche de esquizofrenia, no me queda más alternativa que irme corriendo de aquel sitio. Volveré mejor equipado en otra ocasión y se va a enterar ese pingüino de lo que es bueno.

Llego al apartamento después de perderme una sola vez en el camino. Os podéis reír, pero tendríais que haber visto el mapa. Jose ha vuelto a salir a correr y las fantasías de llegar a casa con la cena hecha se han ido al traste. Hoy preparamos una ensalada y salmón al ajillo. Después de devorar la cena, nos ponemos a preparar la mochila para el fin de semana. Los dos estamos un tanto excitados y acojonados por lo que nos espera.

Deseadnos suerte!

Tisha B'Av

Martes 24 de Julio, 2007

Hace un calor asfixiante, supongo que no es mucho peor que en el sur de europa. Me ducho para quitarme el sudor acumulado a lo largo de la noche, pero como la toalla está en la lavandería, me tengo que secar al viento mientras desayuno. Por suerte hoy vamos a recoger la ropa limpia. Empezaba a echar de menos mis calzoncillos, la libertad del escroto tiene un precio.

Tal y como nos habían prometido, la ropa estaba limpia planchada y plegada. Todo por sólo 35 shekels. Aunque Najum se ha ofrecido a prestarnos su lavadora, por este precio dudo que la utilicemos mas que para alguna emergencia. De paso vamos a pasar por el supermercado, a hacer la compra de verdad. Compramos todo lo necesario, que habíamos olvidado la primera vez, y añadimos un par de potes de humus. El humus se ha convertido en nuestra comida favorita, ni siquiera nos planteamos comprar mantequilla u otra pasta para untar.

Como en todos los estados donde la religión tiene cierto poder, aquí también hay muchos días festivos que conmemoran eventos religiosos. Cuando llegamos a la puerta de la universidad que solemos usar para entrar, la vemos cerrada. Un chico que pasaba caminando nos dice que la de más abajo también lo está. Bordeamos la valla en bici hasta que encontramos una puerta por la que pasan coches, aunque no tiene entrada para peatones. Por suerte el guardia se apiada de nosotros y nos deja pasar. Yo le pregunto por qué estan cerradas las otras puertas y me recuerda que hoy es Tisha B'Av.

Hoy es el fin de las tres semanas en que los judíos están de luto por la destrucción del templo de Jerusalem ya hace decenas de siglos. Los anteriores días no podían ni pasárselo bien, pero hoy tienen que ayunar y la mayoría se queda en casa para poder dedicarse completamente a autocompadecerse.

Evidentemente, cuando llegamos al laboratorio estamos solos. De hecho, a parte de las señoras de la limpieza, que seguro que no son judías, sólo hay un profesor, de origen asiático, en todo el edificio. Ni siquiera funciona el aire acondicionado, lo cual hace que parezca que estemos trabajando en una sauna. Al cabo de unas horas de sudar como cerdos, optamos por sentarnos en el suelo para trabajar. Está mucho más fresquito que los felpudos que tenemos por sillas.

Para comer no mejora el asunto, todos los restaurantes que conocemos están cerrados. Acabamos yendo a comprar al supermercado pan de molde, algo de jamón y... a que no lo adivináis... más humus. Empezamos a pensar que entre los ingredientes, escritos en hebreo indescifrable, hay alguna sustancia altamente adictiva y potencialmente nociva. Lo de nociva lo digo por el efecto que produce en mi tanta pasta de garbanzos. Cada cierto tiempo suenan las alarmas y salimos todos en busca de un bunker. ¡Ataques bio-químicos! El moreno que habíamos conseguido en la playa lo estamos cambiando por el color ocre garbanzo.

Ya no aguanto más la falta de ventilación y aire acondicionado. Necesito irme de este sitio. La verdad es que aunque no seamos judios, nos ha tocado sufrir. Convenzo a Jose para que nos vayamos antes de las 20:00 a casa. Hacía días que no llegabamos de día y al llegar nos encontramos con Najum. El también ha pasado unos días con agujetas, pero ya se le han pasado. Hoy se va a trabajar a la clínica de Jerusalem y se queda a pasar la noche con su familia. Le comentamos que hemos estado cogiendo su bici y que tenemos pensado utilizar su kit para arreglar pinchazos.

La bicicleta tiene una cantidad de mierda indescriptible. Todavía me sorprende que la cadena se moviera al pedalear. Hemos subido la bici a la terraza del tejado, donde Najum tiene montado un chill-out de cojones, para estar más anchos. Cada vez tenemos más claro que hay que aprovecharlo de alguna manera. Una hora después, sudados, sin camiseta y con pinta de conguitos, hemos conseguido que la rueda de la bici se mantenga hinchada durante al menos unos minutos. Mañana miraremos a ver si sigue en buena forma.

Hoy es la primera vez que puedo cocinar con sal en Israel. La salsa de tomate nos ha salido bastante buena, pero el arroz está algo duro. El arroz nunca ha sido lo mío, pero solo se aprende a base de errores. Suerte que me gustan las cosas crujientes. Despues de cenar vemos "El último rey de Escocia" que recomiendo con un 8 sobre 10. Moraleja: si os dan a escoger entre un negro con mucho poder y una rubia que se hace la dura, volved a vuestro país cuanto antes.

Laila tov.

Comida Kosher

Lunes 23 de Julio, 2007

Hoy llegamos demasiado pronto al laboratorio, somos los primeros y nos hemos olvidado la llave. Nos quedamos esperando en un aula cercana a que llegue alguien que nos pueda abrir. Al cabo de un rato durmiendo y un buen dolor de cuello, aparece una estudiante que nos abre la puerta. Hoy están de examen y no paran mucho por aquí. Los dos americanos ni siquiera aparecen.

A la hora de comer vamos a la comedor de la universidad. Jose quiere comer pescado, pero a mi me apetece algo más ligero. Me voy a la otra punta del comedor a la zona de lácteos, sin carne. El restaurante de la universidad es kosher, lo cual significa que no se puede mezclar carne o pescado con lácteos. Para demostrar que ni se les ha ocurrido cocinar la carne y los lácteos en el mismo sitio, tienen dos restaurantes, uno a cada lado del comedor.

Por 20 shekels me compro la ensalada más grande. Puedes escoger los ingredientes y le pongo de todo lo que reconozco y todos los tipos de queso que tienen. Cuando me toca pagar, le pregunto "Kama ze olé?" Él me responde el precio en hebreo y me suelta otra parrafada que no entiendo. Me lo quedo mirando con cara de idiota y me pregunta "German? Francais?", le digo "Anglit" y al momento el tio se me pone a hablar en inglés. No es la primera vez que nos pasa, lo cual me da cierta vergüenza y bastante admiración. Aquí hasta los trabajadores de las gasolineras de a tomar por culo hablan cuatro idiomas. Y yo que me creía especial por dominar el inglés.

Hoy nos sentamos a comer en el comedor en vez de volver al laboratorio. Estamos un poco hartos de pasarnos todo el día allí. La ensalada no está demasiado buena y además me he pasado con el queso. No me acabo ni la mitad y ya estoy cansado de comer. Voy a dejar las sobras en la nevera del laboratorio por si me apetece más otro día.

Lo de irnos tarde se está convirtiendo en la norma. Hoy ni siquiera intentamos ir a valla más cercana al apartamento y vamos directos a por la que sabemos que está abierta. Jose vuelve a salir a correr, pero espero a que vuelva para preparar la cena. Hoy toca gnocci con salsa de tomate ya preparada, al menos esta llevará sal. Jose se envalentona y prepara él la cena. Cuando me siento en la mesa de la terraza, me sorprendo al ver un plato hondo y una cuchara. A Jose se le ha ido la mano y acabamos comiendo sopa de tomate con bolas de pasta rellenas. Ni siquiera tenemos pan para mojar, esto seguro que es kosher. Mañana vamos a comprar sin falta.

Estrenando cocina

Domingo 22 de Julio, 2007

Hoy cuesta despertarse. Cuando suena el despertador, abro un ojo y lo pongo para que suene dentro de otra media hora. Es una lástima que haga falta dolor para descubrir un músculo nuevo. Tengo agujetas por todas partes. Será consuelo de tontos, pero me alivia ver que Jose está en la misma situación.

Toca llevar la ropa a la lavandería. Llevamos todo lo que podemos, apurando hasta el último kilo. La rueda de la bici sigue pinchada, así que toca ir andando. El sol pega fuerte, pero no es nada comparado con lo de ayer. Cuando Jose me dice que hemos llegado a la lavandería, no se si creérmelo, parece una copistería. Seguro que en vez de lavarnos la ropa, nos la fotocopian y lo arreglan con el Photoshop. Los copistas corroboran la teoría de Jose metiendo toda la ropa en una bolsa azul. Como lo mandan a lavar fuera, nos avisan de que no lo tendremos hasta el martes. Tendré que ir sin calzoncillos, pero seguro que no los echo en falta. Las bambas, que están llenas de mugre volcánico, dicen que no las lavan. Ahora tenemos que volver a dejarlas al apartmento. Por suerte, de camino nos acordamos de que Najum nos había ofrecido su bici en cuanto vio nuestros Ferraris. Le vamos a hacer caso.

Hemos llegado los últimos al trabajo y a nadie parece importarle. Durante la comida les explicamos nuestras vivencias del fin de semana. Lástima que no sepan leer en castellano. Por la tarde viene Gery para reunirse conmigo y avanzar en la investigación. Esta semana le toca "miluim". Todos los israelis menores de 45 años están obligados a hacer servicio militar durante un més al año, si se les convoca. El tío es muy inteligente, discutimos sobre como resolver problemas de overhearing y encuentra soluciones rápidamente. Ya tengo trabajo para más de dos meses.

Aunque sabemos que la puerta cierra antes de las 20:00 volvemos a esperarnos demasiado a volver al apartamento. Efectivamente, cuando llegamos a la valla el guardia no está. Nos damos la vuelta por el campus y vamos a parar a la salida de al lado de la autopista. Nos han dicho que ir en bici por el arcen no es de las mejores ideas, así que le preguntamos al guardia si hay otra salida más cerca de Giv'at Shmuel. Nos dice que sí. ¡Cojonudo! Ahora ya no tenemos incentivo para plegar pronto.

Una vez en casa, Jose decide que va a volver a salir a correr. Al menos ahora está mentalizado de que va a sudar como un pollo. Me insinúa que le acompañe y yo me hago el longui. "Ánimo hombre, que cuando vuelvas la cena estará hecha".

Hoy toca estrenar los "fogones" eléctricos que nos ha comprado Rami. Voy a preparar pasta con salsa de tomate a la perreau. Abro el pote de tomate concentrado en forma de yogurt y al mirar en el armario me doy cuenta de lo asquerosamente solterones que somos. Nos hemos olvidado de comprar aceite, sal, pimienta, y todas esas sustancias imprescindibles para poder cocinar. Vamos a ver como me las apaño.

Cuando Jose vuelve está más animado que la última vez... esto es el comienzo de un hábito. Nos sentamos a la mesa y nos comemos las espirales de pasta con salsa de tomate, maíz y humus. Le falta sal, mucha sal, pero Jose para animarme me dice que está bueno. El tío es todavía más solterón que yo. La lata de atún del armario va a parar directo a la olla con todo lo que nos habíamos servido. Mejora un poco, pero le sigue faltando de todo. Jose sigue insistiendo en que le gusta, el día que me salga bien lo pasta va a flipar.

Yehudiya

Sábado 21 de Julio, 2007


Un sónido lejano, pero desesperantemente familiar, me hace salir del limbo. Ayer acabé por dormirme tarde y ahora estoy pagando factura. Me siento, a ver si consigo no volverme a dormir. Son estos momentos en que la mente está calmada y el repiqueteo incesante de pensamientos no existe. Mejor no te tumbes, ves a ponerte algo de desayunar. De camino a la nevera, me pego un golpe en el pie contra un mueble. "Coño! ¿Todavía es de noche?" Encuentro la nevera a tientas y se hace la luz. Mientras mojo un trozo de bizcocho en la leche, vuelvo a notar aquel sonido doloroso, esta vez es para Jose. Solo pita dos veces, Jose ha apagado el despertados en un acto reflejo. Como es un chico previsor, ha puesto dos alarmas más.

Después de la segunda intentona, Jose se levanta y se va directamente a la ducha, murmurando algo antes de meterse en el lavabo. Yo me niego a torturar más a mi cuerpo a esas horas. Una vez despejado, Jose se sienta a mi lado a desayunar. Suena un tercer despertador. Le toca a nuestro vecino. Pasan los minutos y Najum no aparece. Voy a ir a picarle a la puerta... nada. Pico otra vez... nada. Habrá que intentarlo de otra manera. Nuestra última esperanza surge efecto y Najum coge el teléfono. "Buenos días Najum!". A lo cual responde "Buenos días... uuuh, pero si ya son las 5:30!"

Hemos tardado poco más de media hora con los preparativos pre-excursión. Najum se pone al volante de su Toyota y nos dirijimos hacia el Golan, la zona más alta de todo Israel. Esperamos que haga algo más de fresco. Un par de horas metidos en el coche dan para mucho, Najum había sido guía durante un tiempo en Jerusalem y sabe un montón de cosas sobre su país. El sol va subiendo poco a poco y su fuerza también, nos espera una buena. Jose va sentado delante, con mapa en Hebreo en mano, intentando guiar a Najum. Pasamos por delante del Mar de Galilea, que en realidad es un lago de agua dulce (Yam Kinneret en Hebreo) y subimos hacia la meseta del Golán, desde donde hay unas vistas excelentes. El terreno es árido y las piedras son de origen volcánico. El año pasado los cohetes de Hezbollah provocaron grandes incendios y la zona todavía no se ha recuperado. Najum nos explica que en primavera las flores de colores esparcidas por todas partes le dan al Golan un aspecto muy diferente. Israel está lleno de sorpresas.

Llegamos fácilmente a la reserva natural, donde Najum se informa sobre los diferentes caminos que se pueden hacer. Jose y yo aprovechamos para comprarnos gorros de aventurero. Haremos una ruta que va entre senderismo y barranquismo por un tramo del río Yehudiya, que desemboca en el Yam Kinneret. Cargados con lo imprescindible, teniendo en cuenta de que todo lo que llevemos se va a mojar, nos dirijimos hacia el rio por el camino que baja por el congosto de unos 100 metros con el río al fondo. Desde lejos se oye el bullicio de las cataratas y la gente divirtiéndose en una piscina natural. Dejamos las mochilas entre las rocas y nos quitamos todo menos el bañador, ¡al agua patos!

Sumergido de cuerpo entero, solo se oye el agua cayendo por la catarata. De vez en cuando el sonido sordo que produce la entrada repentina de algún chaval, que salta a la piscina desde una roca, rompe la armonía. Por fin agua fría! Si haces el muerto, puedes ver el cielo al fondo del congosto rodeado de árboles verdes mientras la corriente te aleja de la catarata. El amante del riesgo que hay en mi me sugiere que acompañe a los saltimbanquis en su búsqueda de adrenalina. Tarde o temprano acabaré cediendo, pero de momento quiero disfrutar de mi instante de paz. Najum se tira de cabeza al agua y reaparece sin sus gafas. Es medio cegato, como yo, y nadaba con ellas puestas. Lo peor de todo es que no es la primera vez que le pasa.

Subir a la roca más baja es más difícil de lo que me pensaba, ya me palpita el corazón. Esas décimas de segundo de ingravidez antes de entrar, como un proyectil, en el agua son adictivas. Quiero más! Esta vez me subo a la roca más alta, de unos 7 metros, y ni me lo pienso. Saltas al frente, para evitar chocar contra las rocas, y disfrutas de la sensación que produce el estómago al empujar el corazón hacia arriba. Creo que ya he saciado el apetito, además Jose y Najum no me siguen el ritmo, será mejor seguir el curso del río.

Continuamos bajando y saltando de piedra en piedra como cabras montesas. Las paredes del congosto toman diferentes formas: montañas de rocas volcánicas, pendientes más suaves donde pueden crecer todo tipo de arbustos, paredes verticales con tubos hexágonales de roca como si fuera un panal de abejas gigantes petrificado, y paredes desplomadas moldeadas por el paso del agua. Me entran ganas de escalar. Si no estás metido en el agua el calor se hace difícil de soportar. Cada vez que te apoyas en una roca, para no perder el equilibrio, te abrasas. El sonido del rio nos acompaña por el camino, recordándonos que nos podremos volver a refrescar pronto.

Llegamos a una zona con una escalera metálica, de unos 10 metros de altura, que va a parar a otra piscina. Esta vez no podemos dejar las cosas encima de una roca, hay que nadar con lo puesto. Najum ha sido previsor, él ya había estado antes por aquí, y hemos envuelto toda la comida en bolsas de plástico para que no se moje. Una vez al otro lado de la piscina, dejamos las cosas y volvemos para otra sesión de remojo. Esta piscina tiene unas paredes mucho más empinadas, con lo que aprovecho y me quito el mono de escalar. Quitarse el mono es difícil cuando el mono eres tú. Con las bambas puestas empiezo a encararmarme por la roca. Si me caigo voy a parar al agua, pero aun así acojona escalar sin cuerda. La primera vez no subo mucho, pero es divertido. Najum se anima y también lo intenta, el tío tiene madera de escalador. Un par de intentos más y he subido unos 5 metros, no es mucho, pero suficiente. El mono se ha dormido.

Continuamos hacia abajo, a mi me está entrando un hambre descomunal y no paro de ver sitios buenos para hacer una paradita. Najum no se para, debe saber algo que yo no sé, así que no insisto. Al cabo de una media hora llegamos a una piscina muy interesante, pero llena de gente. Najum tampoco se para aquí, "ten paciencia". Cien metros después hay otra piscina bastante más interesante, y con menos gente. Dejamos las cosas en unas rocas con forma de yacuzzi vacío y nos vamos a un lateral por donde caían chorros de agua desde una altura de más de 20 metros. Esto es lo más cercano a la lluvia que voy a sentir en estos dos meses. Ni siquiera me quito el gorro cuando me pongo debajo. Pocas veces me ha hecho tan feliz estar empapado con ropa bajo la lluvia.

Cuando nos cansamos de la "lluvia" nos volvemos a las mochilas y nos ponemos a comer. Las pitas rellenas de humus, of ve salat (pollo y lechuga) están riquísimas!! No es por quitarle mérito a las pitas, pero en ese momento hasta las piedras rebozadas de algas tenían buena pinta. Despues de la pita viene la fruta y el gran invento español: LA SIESTA!! Mi cuerpo se amolda perfectamente al yacuzzi, utilizo mi gorro a modo de almohada, y el sonido del agua que corretea a medio metro de mi y se desploma por la catarata a un metro de mis pies tiene un efeto zen que me absorbe en un sueño placentero.

Despertarse en un sitio así, mirando al cielo a través de la roca y escuchando el agua, es un tanto extraño. ¿Podría ser un sueño? Tardas un rato en acordarte de que estás en Israel. ¿No se supone que esto es un desierto? Te incorporas lentamente y disfrutas de la ausencia total de preocupaciones. Ver a Jose saltando desde una roca a la piscina me llama la atención. Habrá que probarlo. De la roca al agua hay unos 5 metros, suficiente para hacer el cafre. Primero me tiro parar probar, después empiezo a saltar girando y acabo haciendo mortales. Todo menos saltar de cabeza. Antes de la siesta habíamos visto a unos chavales saltar desde una roca de unos 12 metros. No me iba a ir de aqui sin haberle hechado un vistado. Me pongo las bambas, por si me da el venazo, y subo a ver la pinta que tiene.

Esto empieza a dar vértigo. La roca ni siquiera es un saliente, hay que saltar al menos un metro para sortear otra roca que sale de más abajo. Tampoco hay mucha visibilidad, ya que la mayoría de la piscina la tapa la pared que queda a mi izquierda. Puedo ver la catarata debajo, un poco a la derecha, y el sitio donde debería caer. Estas cosas siempre parecen más fáciles desde abajo. Mejor no pensárselo mucho, si lo vas a hacer lo haces y si no te bajas. ¿Alguien ha dudado si lo iba a hacer? Después de un segundo subido a la roca, te decides, aprietas los dientes y te tiras al vacío. Un segundo entero con el cuerpo inyectado de adrenalina dura bastante. Agitas los brazos para mantener el equilibrio y no pegarte un planchazo de aquí te espero. La pared pasa a toda leche a tu espalda y de repente pegas un zapatazo contra el agua intentando no desviar la trayectoria ni hundirte demasiado. No he llegado a tocar fondo. Esto hay que repetirlo! Con el corazón a mil, vuelvo a subir por la escalera de metal y voy corriendo hacia la plataforma. Esta vez no me lo pienso ni medio segundo. Banzaiiii!! Como a la tercera va la vencida, prefiero no volverlo a intentar. Mejor será que volvamos al coche antes de que me arrepienta.

La vuelta se hace por unas escaleras bastante empinadas que suben por el congosto. A mitad de camino estás sudando como un cerdo y ya nos hemos olvidado del pequeño oasis que dejamos atrás. Llegamos al coche agotados, las fuentes de agua están calientes. Estamos de vuelta en el Israel al que estábamos acostumbrados.

Najum acaba de llamar a su hermano, está en un kibutz cerca de la zona y nos pregunta si nos apetece ir a verlo. En Israel, cualquier cosa que esté a más de 1 hora en coche está lejísimos. Así que un trayecto de 20 minutos para ver un kibutz nos parece una gran idea. La verdad es que yo tenía una imagen mental de un kibutz totalmente errónea. El sitio donde entramos es comparable a un vecindario pijo con casas unifamiliares, eso si, muy hippies. El kibutz "Merom Golán" tiene un colegio con canchas de basquet y otros deportes. Es el primer kibutz que se creo en el Golán, despues de que Israel se lo arrebatara a Siria en la guerra de los seis días. Llevan ahí 40 años. Llegamos a la casa donde estába el hermano de Najum, él había ido a visitar a su cuñada que vive en el kibutz con su familia. Por suerte casi todos los Israelis hablan inglés y les encanta explicarle a los extranjeros todo lo respectivo a su forma de vida y su historia. Nos quedamos charlando en el jardín hasta que llega la hora de la reunión. Todo el kibutz se reúne en una fiesta comunitaria. Najum y su hermano aprovechan la ocasión para llevarnos a merendar falafel con verduritas bañadas en un montón de especias.

Despues de comer nos llevan a Coffee Anan (Café de las nubes, y cierto toque cómico), es un restaurante en la cima de un monte volcánico a menos de cinco kilometros de la fontera con siria. Nos explican que esta y otras montañas de la zona, tienen una importancia militar enorme. Cerca del restaurante conservan unas trincheras y un bunker de los tiempos de la guerra, para que los turistas puedan ver como debía ser la vida de los combatientes. Desde la montaña se puede ver la frontera con Siria. También observamos las cimas de otras montañas vecinas con sus asentamientos militares. Desde la montaña vemos la puesta de sol, que hace que la tierra, ya roja por el óxido, parezca que arda en llamas. De vuelta a Tel Aviv me toca conducir a mi, Najum no ve nada de nada sin gafas, y yo soy el único de los sefardím que se ha hecho el carnet de conducir internacional. Por suerte ya casi puedo leer los carteles en hebreo, con una pronunciacion pésima, pero suficiente para que Najum pueda indicarme el camino.

Al aparcar el coche delante de casa, aparece Rami con su sonrisa habitual y nos pregunta por el viaje. Jose aprovecha para preguntarle si hay algún problema por que tengamos una o dos visitas durante unos días en el apartamento. Rami dice "y diez también". Su máxima preocupación es que cuando hagamos una barbacoa en el tejado, le avisemos. Así que ya sabéis, si os queréis pasar unos días en Tel Aviv y/o Israel, estáis invitados. A Rami no le importa que seáis 10 de golpe, pero a Jose y a mi sí. Así que sepáis que hay plazas limitadas.

Planificación

Viernes 20 de Julio, 2007

Hoy va a ser un día completito. Jose y yo nos hemos levantado relativamente temprano. Es lo que tiene no salir por la noche. Durante el desayuno hablamos de lo que podríamos hacer hoy. Tenemos claro que vamos a ir a Tel Aviv a pasar el día. Podríamos ir a visitar los garitos y hacer algo de vida nocturna utilizando el mapa que nos dibujó Asaf. Ya tenemos plan.

Najum pica a la puerta, mañana nos va a llevar a dar una vuelta. Lo que no sabíamos era donde, ni a que hora. Najum nos informa que vamos a salir a las 5:30... AM!! "Estarás de broma!", y el tio va y se rie. A la mierda nuestros planes de fiesta. Otra vez habrá que irse a dormir prontito, si no queremos que el despertador se convierta en un torturador del Viet-cong.

El sábado lo pasaremos todo el día fuera. Najum nos ha explicado sus planes diabólicos. Iremos al la zona del Golán, daremos un paseo por una ruta de un parque natural y a la hora de máximo calor, iremos a bañarnos a unas piscinas naturales con cascadas. Por la tarde podemos escoger entre ir a dar una vuelta por el mar de galilea, que está lleno de playas, o ir a visitar alguna ciudad de alrededor: Nazaret, Galil, ... Esto significa que tenemos que replanificar. Habrá que dormir al menos 7 horas, con lo cual a la cama a las 22:00, como los Lunis de los huevos. También tendremos que cenar y preparar la comida para mañana. Coño, en casa a las 20:00! Así que si vamos a Tel Avi habrá que emprender el camino de vuelta hacia las 19:00.

Antes de salir, le pido a Najum que me deje usar sus herramientas para tensar la cadena de la bici. Tardamos diez minutos en arreglarla y perdemos medio litro de líquido corporal cada uno. Cuando le devolvemos las llaves inglesas, se las ingenia para que le ayudemos a acabar de montar la cortinita que tenía a medias. No te puedes negar cuando sabes que no la pudo acabar de montar por ser hospitalario contigo.

Por fin salimos hacia Tel Aviv, montados en nuestros Ferraris. Vamos hacia el Oeste, hasta que choquemos con la playa. De camino cruzamos el barrio religioso. Los pingüinos revolotean por todas partes, apresurándose para preparar todo lo necesario antes de que llegue el Shabbat. Siempre que le preguntas a un Israeli por donde está cualquier cosa, te dice que sigas recto... hasta el final. Así les va, que todavía están esperando al mesías.

Despues de un buen rato en las bicis, acabamos por llegar a la playa Hilton. Estamos destrozados, lo cual habíamos previsto, y nos damos prisa en atar las bicis, ponernos el bañador y meternos en la playa. La arena arde, y Jose sale pitando hacia la orilla, yo llevo chanclas y me río. El agua está más fria que la arena, pero es como una sopa. Da igual, cualquier cosa con tal de quitarse el sudor de encima. El tiempo se detiene y nosotros nos regocijamos en el paraíso. El paraíso quema... aunque te pongas crema.

La gente de nuestro alrededor nos mira raro. Es por el sonido que hacen nuestras barrigas. Será mejor ponerle remedio antes de que nos registren. En la guía aparecen algunos restaurantes por ahi cerca. Estamos bastante al norte, cerca del antiguo puerto. Nos decidimos por el "Humus Ashtami", pero llegamos tarde. Han cerrado hace media hora para poder preparar el Shabbat. Por suerte hemos visto otro sitio de humus de camino, y nos dan de comer. Dos humus en pita con todo y dos trozos de carne picada rebozada en plan perrito caliente. Le digo al cocinero que me ponga queso en la pita, él se ríe de mí y no me hace ni caso. El chico de al lado mío en la cola me explica que el humus no se mezcla con queso.

Con la barriga llena, nos dirigimos al antiguo puerto. Está renovado y hay muchos locales interesantes. La gente se pasea con los niños y hay mucha gente dando vueltas en bici. Estamos al lado sur del río Yarkón. Al norte del río hay un parque enorme, con gente paseando, y haciendo todo tipo de deporte: ciclismo, footing, baloncesto, fútbol, canoas por el río, tenis... incluso hay un skatepark (para monopatines) y un ROCÓDROMO bastante interesante. La verdad es que yo ya sabía que estaba ahí y me había traído mi harnés y pies de gato desde Barcelona. Entramos al rocódromo a preguntar tarifas. No me pienso ir de Israel sin escalar! El chaval que nos atiende me comenta, en petit comité, que hay otro rocodromo mucho más cerca de donde vivimos, al lado de la universidad. Habrá que ir a verlo.

Una vez saciada mi curiosidad y contento de ver que a Jose le hace gracia lo de escalar, emprendemos la marcha hacia casa, donde nos quedan muchas cosas por hacer. El camino de vuelta es largo, por suerte Jose ha comprado un mapa cojonudo que nos evita oir el típico "recto, recto hasta el final". Pasamos por una plaza llena de "estatuas", a un lado está el museo de arte de Israel. Lástima que hoy no tengamos tiempo. Llegamos fácilmente al cruce de Aluf Sade. A partir de aquí ya es otra historia. Intentamos buscar otro camino "más corto" sin ningún tipo de éxito. Para acabar de rematar el día, a mi se me pincha la rueda de atrás de la bici. Creo que he visto un kit de reparación de ruedas entre las herramientas de Najum, a ver si hay algo de suerte. Después de dar vueltas durante un rato, y hacerse de noche, decidimos preguntar a un grupo de personas que estaban hablando en la calle. Eran judíos religiosos y son muy amables dándonos explicaciones. Hay uno que nos pregunta de donde somos. "Spain" le dice jose. "Are you jewish?" a lo cual le responde otro con la sonrisita "No". Mejor será que lleguemos pronto a casa.

Cruzamos al otro lado de la autovía por el puente por donde nos han indicado. Este puente ya lo habíamos cruzado antes, va a parar a la universidad, que ahora está cerrada. Tenemos que andar por el arcén de la autovía hasta llegar a Giv'at Shmu'el. Saliendo de la autovía hay una calle en la que han puesto unas vayas de obra. Es la calle de entrada al barrio ortodoxo. Los judíos religiosos no pueden utilizar el coche en shabbat, Asaf nos ha explicado que si alguien pasa por su barrio en coche ese día, les tiran piedras desde las casas, mejor no saltárselas.

Llegamos a casa exhaustos, mientras uno se ducha el otro va preparando la cena y la comida de mañana. Hay que darse prisa, se ha hecho tarde y mañana el despertador no tendrá piedad.

El día de la fruta

Jueves 19 de Julio, 2007

Hace ya un tiempo que hago esta estupidez. Empezó siendo el día sin carne roja, después dejé de tomar todo tipo de carnes. Al tiempo pasé a no comer nada que viniera de un animal. Ahora intento que sólo sea fruta. La verdad es que no tengo mucha fuerza de voluntad, así que muchas veces acabo cenando algo que no debería. Lo que si es seguro es que llegada la noche, tengo un hambre monumental, y una sensación extraña... una turbulencia lenta pero fuerte que atraviesa los intestinos.

El día de la fruta se tiene que planificar. Ya tengo localizada la verdulería del barrio. Antes de salir, nos encontramos con Najum, que nos dice que ya ha visto nuestros "Ferraris" aparcados al lado de su bici. Menudo cachondeo. Al ir para la universidad nos bajamos de las bicis, mientras yo me compro la comida para todo el día, Jose aprovecha para llamar a su familia a cobro revertido. Hay frutas extrañas que no reconozco, aunque la mayoría creo saber lo que son. Decido no aventurarme mucho y compro lo que parecen melocotones, peras, nueces y almendras. Sí, los frutos secos son válidos el día de la fruta. Como ya se contar, no me cuesta mucho entender a la verdulera.

El jueves es como un viernes en España. La mayoría de la gente no aparece por la universidad, y todo está bastante tranquilo. Los currantes habituales van llegando y el día transcurre con normalidad. Hoy, a la hora de comer, no acompaño a Jose a comprar comida en el restaurante. He traído fruta! Mientras comemos, tengo que explicar a que viene eso de comer fruta. Los religiosos del grupo parecen extrañados de que lo haga, pero les parece una idea interesante. Durante estos días ellos no pueden comer carne, por que hay alguna festividad que tienen que observar. Durante esta época del año los judíos han sufrido muchas calamidades a lo largo de la historia. Así que son unos días tristes, y no pueden hacer nada que les divierta. Si ven la tele, tiene que ser "Lo que el viento se llevó" o algo por el estilo. El último de estos días tendrán que ayunar, quizás les acompañe. Cuando le hinco el diente al "melocotón", me doy cuenta de que su carne tiene la consistencia de una manzana. Me fijo y me doy cuenta de que por dentro es de color blanco. Tampoco veo los habituales pelillos en la piel, pero sabe a melocotón. Lo voy a llamar MANZOTÓN!

Efi se despide de nosotros. No va a venir por aquí durante unas semanas porque tiene que acompañar a un familiar a las Filipinas. Espero que se lo pase bien. Nosotros hoy nos vamos más pronto de lo habitual porque queremos darnos una vuelta por el barrio y comprar comida para el fin de semana. Nos tenemos que preparar para el Shabbat.

Volviendo en bici paramos en la calle donde están todas las tiendas. Es un centro comercial de barrio que está en la planta baja de un edificio de minipisos. Yo me quedo vigilando las bicis mientras Jose va a averiguar donde está la lavandería de la que nos había hablado Yejuda. Cuando vuelve, me explica que lavan una bolsa de ropa de hasta 7 kilos por 35 shekels. Pero si la traemos hoy no la tendremos hasta el Domingo. Tardan un día, y los viernes y sábados no abren. Decidimos que será mejor esperar al Domingo a traer la ropa, así habremos acumulado más y podremos utilizar el saco mejor. El shekel es el shekel.

Cuando llegamos al apartamento nos encontramos con Lizet. Está dando de beber leche a un gatito minúsculo con biberón. Al parecer, alguién que no lo quería, lo había dejado en su jardín. Me imagino que todo el barrio debe conocer su afición por los gatos. Lizet parece preocupada porque el gato es muy joven y no sabe si sobrevivirá. Cuando acaba nos dice que subamos a su casa, que nos va a dar unas ollas y cazuelas para que podamos cocinar. Su casa está llena de cuadros que ha pintado ella. Es una aficionada a la pintura desde hace ya 60 años, lo cual da para un montón de cuadros.

Lizet se sienta delante del armario donde tiene las ollas, debajo de la pica, y empieza a sacar olla tras olla, dejándolas en el suelo alrededor de sus piernas. Jose y yo nos miramos incrédulos y un tanto avergonzados. Lizet encuentra dos ollas, una mediana y una pequeña, que dice que no quiere. También nos da una sartén. La imagen de Lizet sentada en una silla, encorvada, con la cabeza metida debajo del fregadero y con un montón de ollas alrededor, va totalmente acorde con el estruendo de las ollas cayendo unas encima de las otras. Es algo así como una actuación de STOMP, pero de andar por casa.

Cuando acaba de sacar todas las ollas de su sitio. Lizet nos pregunta si tenemos "china" y cubertería. Al comentarle que tenemos platos y cubiertos de plástico mueve una mano de arriba abajo y con la cara nos indica que eso no sirve para nada. La seguimos de un lado para otro mientras busca unos platos y cubiertos como es debido. Nosotros de tanto agradecerle su amabilidad parecemos tontos: "todá rabá, todá rabá". Qué suerte hemos tenido con nuestra familia adoptiva.

Después de subir todos los utensilios al apartamento y colocarlos ordenadamente en alguno de los armarios, salimos andando hacia el supermercado de barrio. Allí tienen más o menos la misma comida que aquí, con la diferencia de que no tienes ni idea de lo que pone en las etiquetas. Por suerte reconocemos cierta marca que nos indican que esa pasta blanca de la tercera estantería es mayonesa. Hoy he estado intentando memorizar el alephbet, así que me defiendo un poco intentando leer las etiquetas de los potes y conseguimos comprar uno de humus. Lo más complicado es comprar en la carnicería:

Yo - "of" (que significa pollo, y es el único animal que se pronunciar en hebreo)
Carnicera - algo incomprensible
Yo - "eink?"
Carnicera - "arbá? shesh?
Yo - "arbá" (cuatro)

Después apunto hacia la ternera, ella me señala un trozo de carne. "Lo, lo!" le digo mientras señalo otro trozo. "Ken!" y finalmente coje el trozo más majo. Le digo "Shesh", a lo cual ella responde cortando seis bistecs.

El humus me martiriza de camino a casa, y al preparar la cena (a base de fruta) me rindo y devoro una pita untada en él. O debería decir devoro el humus untado de pita. Me consuelo diciendo que al menos no es animal. Mientras me como el resto de la fruta que había comprado por la mañana, y Jose se zampa una ensalada con atún, hablamos de cómo vamos a distribuir los viajes entre los fines de semana que nos quedan: Haifa, Eilat, Beersheva, Galilea, Mar Muerto, Jericó, y sobre todo Gaza. ¡Qué no, qué es broma, que quería decir Jerusalem! También podría incluirse Petra, si nos animamos a cruzar la frontera a Jordania. Pero este fin de semana toca Tel Aviv y visita a algún parque natural con nuestro vecino Najum.

Lehitra ot.

Día de relax

Miércoles 18 de Julio, 2007

Creo que los miércoles van a ser mis días de descanso. Para los cristianos es el domingo, para los judíos el sábado, y para los musulmanes el viernes. Ya he propuesto varias veces unificar y hacer fines de semana de tres días. La idea tiene buena acogida, pero me temo que los jefes no estarían muy de acuerdo. Mi día de descanso consiste en ir a trabajar. Sólo a trabajar. Nada de autobuses, nada de Tel Aviv, BASTAAAAAA!! Creo que el ritmo que llevo entre semana, sumado a que los fines de semana habrá que ir a ver mundo, requiere de un día especial para reposar y tomárselo con calma.

Para empezar el día, me he quedado dormido. Cómo se nota que Gal se ha ido ya de viaje y el barómetro ha vuelto a la presión habitual. Jose, que se estaba muriendo de hambre, reúne el valor suficiente para entrar en la cocina, lo cual me despierta. Tiene suerte de que tengo un despertar bueno. Desayunamos y cogemos nuestras bicis para ir a la universidad.

En bici tardamos cinco minutos escasos. Como buenos ingenieros, hemos calculado el ahorro diario gracias a las bicis. Suma 30 minutos, lo cual son un total de 30 horas de ahorro mínimo durante toda la estancia. 250 shekels no está nada mal para ese ahorro. Lo que sea con tal de sentirnos mejor con nuestro derroche.

El día de trabajo es tranquilo. Hoy hay menos gente, pero a la hora de comer acabamos siendo 7 en la mesa del laboratorio. Los dos estudiantes americanos de visita se pasan el día programando un robot para que siga objetos en movimiento. Se supone que el robot se tiene que parar si se para lo que persigue, pero a más de uno le ha dejado las marcas de las ruedas en los pies.

Nos hemos quedado los últimos en el laboratorio, hoy nos tocará cerrarlo a nosotros. Para que nos vayamos haciendo a la idea, nos han dado una copia de las llaves. Aquí se viene a currar! Hacia las 20:30 nos decidimos a volver a casa. Para nuestra sorpresa, el guarda de la puerta ha desaparecido, y la única salida es una de esas puertas giratorias en un solo sentido. Como hayan revisado el video de vigilancia, se habrán descojonado viéndonos intentar meter las bicis por el chisme ese. No nos queda otra que buscar otra salida. Por suerte nos encontramos con un grupo que estaba marchándose por otra puerta y amablemente nos la abren para que podamos pasar con las bicis.

Al llegar a casa Jose, que está lleno de energía, decide ir a correr un rato (ahora jura que no lo volverá a hacer). Al volver ha perdido dos kilos, todo el color que había ganado en la playa y va dejando un rastro de sudor por el pasillo. Yo he sido previsor y he preparado la cena mientras él se daba el paseíto. Lo cual quiere decir preparar cuatro sobras que había en la nevera y meterlas en el microondas. Jose solo ha estado fuera 10 minutos.

Cuando sale de la ducha, Jose y yo nos ponemos a cenar viendo la televisión en Hebreo. Después de un rato de incomprensión total, y darnos cuenta de que no iba a mejorar, ponemos MTV. Hacia la medianoche nos vamos a dormir. Laila tof.

Las bicicletas

Martes 17 de Julio, 2007

Hoy es día de reunión de grupo y hay gente nueva que no habíamos visto antes. Gal llega tarde (va a ser que todos los mediterráneos somos iguales). Una chica hace una exposición para practicar antes de ir al AAAI en Vancouver. Al acabar la masacramos a preguntas, para que se vaya acostumbrando. Por último revisamos la presentación, paso a paso, para mejorarla entre todos. Después le toca el turno a Efi, que acaba una presentación que había dejado a medias antes: "Reconocimiento de personas y coches en sistemas de videovigilancia". La verdad es que aquí parece lo más normal del mundo investigar cosas de éstas relacionadas con la seguridad.

Por la tarde, les contamos como había ido la aventura del día anterior a los compañeros. Asaf, el chico que nos encontró el apartamento, un tanto preocupado, nos dice que mejor no vayamos cerca de la estación de autobuses. "No es que sea muy peligroso, pero tampoco hay nada que ver por ahí". (Es curioso que los Israelis sean tan miedicas, tendrían que pasarse por la zona franca para ver lo que es peligro.) Dándose cuenta de que somos unos pardillos totales, Asaf se apiada de nosotros y nos empieza a explicar por donde tenemos que ir, donde nos tenemos que bajar del autobus, etc... Nota para mis directores de tesis, no es que no curre, lo que pasa es que... que... que no quiero aburrir a la gente que lee esto con modelos de overhearing en redes para filtrar las ilocuciones no normativas. Ni con las demostraciones aburridas que tengo que hacer. Bueno, a lo mío.

Las risas empiezan cuando Asaf nos hace un mapa de bares y locales a los que deberíamos ir. Nos pasamos un buen rato riéndonos y discutiendo sobre las diferentes subculturas de Israel. A los nengs los llaman "arzim", nos ha delimitado la zona en el mapa donde están sus discotecas chumba chumba. Pero mejor será que si vamos por ahí, vayamos con cuidado. También nos ha marcado la zona de los porretas, la zona de los bares para guiris, y el puerto, que está muy bien, pero mejor evitar las peleas. Hay cosas que son iguales en todas partes.

Habíamos pensado que ir en bici sería una buena idea, sobre todo desde el apartamento hasta la universidad. Algunos del laboratorios hasta nos animan para que vayamos a Tel Aviv en bicicleta. Nos han comentado que se pueden encontrar bicicletas por 400 shekels. Pero Asaf nos encuentra por internet alguien que vende dos bicis de segunda mano por 250 shekels cada una. Nos ponemos en contacto con ella y quedamos a las 20:00 en una calle de Tel Aviv para ver que tal. Dado que si compramos las bicis tendremos que volver con ellas al apartamento, Asaf nos explica como hacerlo de la manera más directa. Madreeeeee, la que nos espera!

Antes de salir hacia Tel Aviv, pasamos por el apartamento y le preguntamos a Rami si podemos dejar las bicis, que tenemos intención de comprar, en el jardín, haciendo compañía a los gatos. De paso le pedimos que nos llamen a un taxi. Rami y Lizet se preocupan al oir nuestros planes. Nos avisan que los israelis son un tanto brutos conduciendo, y que es mejor que sólo usemos las bicis para ir a la universidad. Al poco pita el taxi desde abajo. Cuando nos subimos, le damos al taxista un papelito con las indicaciones para llegar al punto de encuentro. Como no habla mucho inglés y parece que no se entera, acabamos por marcar el teléfono de la vendedora de bicis y que se aclaren entre ellos dos.

Cuando llegamos al sitio, por primera vez tengo la seguridad de que los taxistas nos habían estado timando hasta entonces. El taxi nos cuesta sólo 50 shekels, mientras que antes siempre habían sido 80. Nos bajamos y esperamos hasta que aparece nuestra vendedora montada en una de las bicicletas. Mientras nos acompaña andando a su casa para enseñarnos la otra bici, nos explica lo cómodo y barato que es ir a todas partes en bici por Tel Aviv. Yo al ver de cerca la bici que llevaba, espero que no haya cogido la que diera mejor impresión. Lo cierto es que las bicis no iban a ganarse un puesto como una de las 7 maravillas... ni siquiera en una lista de mil maravillas. Las probamos para ver que al menos funcionan, frenan, y poco más. La chica nos dice que los candados van incluidos en el precio. Lo cual decanta la balanza a su favor y acabamos por comprarlas. Ya verás tú.

Antes de que se haga demasiado tarde, porque de noche ya era, emprendemos nuestra epopeya biciclista. Tenemos que seguir la calle Dissingof, que más adelante se convierte en Hashalom, hasta llegar al cruce Aluf Sade con la autopista que pasa al lado de la universidad. A partir de ahi deberíamos de encontrar fácilmente el apartamento. Me parto.

La bici que llevaba Jose es estilo mountain bike. Tiene 21 marchas pero solo una va bien, sin hacer ruidos extraños y los frenos funcionan. Tiene puesta una cestita y una rana verde en el manillar a modo de claxon. La cesta nos va como anillo al dedo para poner los candados y cadenas. O eso parece, hasta que me doy cuenta de que Jose no me está siguiendo, la cesta tiene unos agujeros considerables y una de las cadenas se ha caído por el camino y la está recogiendo.
Ni siquiera un periódico que ponemos en el fondo de la cesta impide que el percance se repita varias veces.

No os iríais a pensar que la bici que llevo yo es una maravilla. Es de esas bicis estilo paseo, que solo llevan un freno en el manillar porque la rueda de atras frena pedaleando del revés. A los 100 metros de salir de su casa cuesta arriba, se anular la resistencia de los pedales y me percato de la tara de mi bici. Y yo que pensaba que lo de la cesta era una putada. Pues venga a poner la cadenita en su sitio, lo cual hubiera sido mucho más fácil si los pedales se movieran hacia atrás. No sería la única vez que nos ensuciaríamos las manos. Fuimos dejando marquitas de grasa en el suelo por todo el camino, ahora seguro que no nos perderemos la próxima vez que vayamos a Tel Aviv.

Llegar a Aluf Sade fue fácil, lo que pensabamos que sería un paseo hasta el apartamento resultó ser una excursión con sus momentos off-road. Tuvimos que volver atrás una vez, porque no se veía nada y el camino se convertía en un riachuelo. Otra vez nos paso un arzim a toda ostia por al lado con su música a todo trapo. Pero después de optar por bordear la universidad entera hasta encontrar la salida habitual, conseguimos llegar al apartamento, donde los gatos esperaban para conocer a sus nuevas vecinas.

Al subir nos encontramos con Najum, nuestro vecino, y un colega suyo, Guil, haciendo bricomanía. Nos invitan a pasar, pero les avisamos de que primero tenemos que irnos a lavar un poco. Cuando me miro en el espejo me viene a la memoria Silvester Stallone en "Acorralado".

Aqui la gente es muy hospitalaria. Nos acercamos al apartamento con una bolsa de patatas y lo que quedaba de un zumo de mango que había en nuestra nevera. Najum nos ofrece una cerveza y nos pide que nos sentemos donde podamos. No le hacemos ni caso y seguimos de pie. Mientras estamos ahí el ritmo de bricolaje disminuye, hasta que Najum opta por sentarse él y nosotros le imitamos. Nos pasamos hablando de religión y la vida en Israel, los viajes de Najum por India, Nepal y Tailandia. Nuestras respectivas profesiones y vidas pasadas. Cuando se entera de lo de las bicis se ofrece a llevarnos de excursión, cuando las vea se va a reir. También nos comenta que nos puede llevar a ver sinagogas y nos explica muchas cosas. Antes había sido un chico religioso.

Sin darnos cuenta se habían hecho la 1 de la madrugada. Nos despedimos de ellos, les agradecemos su hospitalidad, y nos vamos a dormir. Tenemos mucha suerte con la gente que nos rodea.

El madrugón y la gran pateada.

Lunes 16 de Julio, 2007

Suena el despertador temprano... muy temprano... tempranísimo. Con la almohada pegada a la cara, me arrastro hasta el cuarto de baño, para ver si el agua acaba de conseguir lo que el despertador ha dejado a medias. Mojarme la cara no va a ser suficiente, así que me meto en la ducha. Jose y yo todavía no tenemos claro como funciona la ducha, no es que sea algo supertecnológico como las conchas de "Demolition Man". La verdad es que lo único que delimita la ducha del resto del cuarto de baño, es la cortina. Hay tres roscas, la del medio para que salga agua y las otras dos para variar la temperatura, pero no estamos seguros. Intento ducharme con agua fría, sin éxito, pero al menos consigo despertarme.

Al poco rato, Gal nos llama para preguntarnos si estamos listos. Yo estoy acabando de desayunar. A los diez minutos vuelve a llamar, ya estaba harto de esperarnos en la puerta. Bajamos pitando y nos vamos a trabajar. Al llegar está todo vacío. Mientras Jose y Gal desayunan en el despacho aparece Gery con gafas de sol y barba de dos días, en plan mafioso. La reunión va viento en popa y verifico que voy a tener mucho curro durante este tiempo.

Hoy salimos relativamente pronto de trabajar, visto lo visto. Vamos caminando al apartamento atravesando el Campus. La zona nueva es muy bonita, llena de jardines y paseos. Los edificios tienen un toque moderno, pero sin pasarse. Tardamos unos 20 minutos en llegar al apartamento. Allí nos decidimos a emprender nuestra primera aventura... el autobús.

Un chico del laboratorio nos había imprimido un par de planos de autobuses, por suerte los números son los mismos en todo el mundo. Llegar a Tel Aviv no era el problema, el problema sería volver, pero siempre podíamos coger un taxi. Preguntando a la gente conseguimos subirnos al bus apropiado. De camino, pasamos por la zona donde viven los judíos ortodoxos, los jasidim o temerosos de dios: trajes negros, sombreros de copa, rulos en las patillas... es como otro mundo. Jerusalem va a ser un shock.

Nos salimos en la última parada, la estación central de autobuses. La estación es inmensa y antes de entrar nos registran las bolsas y nos pasan un detector de metales. Con la guía Lonely Planet en mano, nos decidimos a caminar hacia el centro de Tel Aviv. Al cabo de 20 minutos de caminar, decidimos preguntarle a una señora (sospechosamente amable) por dónde quedaba el centro. Resulta que habíamos estado caminando en el sentido incorrecto. Ella nos pregunta de dónde somos, y la conversación se alarga. Dice que lo mejor sería que cogiéramos un autobús. Intento cortar la conversación lo antes posible, temiéndome que nos empiece a hablar de sus tarifas. En ese momento pasa un autobus en dirección al centro, salimos corriendo y conseguimos subirnos.

Nos salimos del autobús en cuanto pasa por una zona conocida. Nos adentramos hacia el norte de Tel Aviv, donde no habíamos estado antes. La guía nos propone que vayamos a ver la fuente de agua y fuego en la plaza Dissengof. El camino hacia allí pasa por una zona residencial muy acogedora, con bares y poco tráfico. La plaza es bonita, pero la fuente sólo saca un poco de agua y nada de fuego. Para calmar el rugido de nuestros estómagos, nos metemos en la terraza de un restaurante en el lateral de la plaza y nos pedimos unos sandwiches para comer. Para beber yo una limonada y Jose una clara. La camarera se queda atónita: "¿Cerveza con qué?!"

Cuando nos trae las bebidas, llevaba una pajita para ella. Disimuladamente, sin que la vea su jefe, la animamos a probar el brebaje a base de Goldstar (cerveza israelí) y limonada. Primero pone una cara rara, pero acaba gustándole. Nos quedamos en la terraza hasta que se han ido los demás clientes. Cuando empiezan a recoger, nos dicen que no nos preocupemos, que no nos están echando. Cuando ya sólo queda nuestra mesa, nos empezamos a sentir incómodos y decidimos empezar el camino de regreso al apartamento. No sin antes preguntarle a nuestra simpática camarera, dónde podíamos cojer un autobús hacia Giv'at Shmuel, o en su defecto la Universidad Bar Ilan.

Al coger el autobus, el conductor nos dice que tenemos que ir hasta el final de trayecto y entonces nos explicaría como ir hacia Giv'at Shmuel. Para llegar más rapido, cruzamos la universidad. Otra vez hay que enseñar los pasaportes y dar explicaciones. Como de costumbre, al entrar al jardin de la casa, los gatos salen acojonados. Hay muchos gatos en Israel, pero aun así , Rami y Lizet tratan de mantener la media alta. Nuestras camas nos están esperando con mala cara, mirándose el reloj. Después de una breve reconciliación, nos acojen en su regazo.