Quiero comidaaaaa!!

Sábado 22 de Septiembre, 2007

Son pocos los días que puedo quedarme en la cama hasta que me plazca, hasta que el cuerpo sea el que me pida que me levante. Hoy, cuando eso ha sucedido, me he dado cuenta de que todavía voy vestido con la ropa de ayer. Al final me quedé dormido antes de ponerme el pijama. Yom Kipur me ha dejado echo polvo. Además, resulta que me fui a dormir tan pronto que ahora son las 8:30am. El despertarse tan pronto no me molesta, porque sé que he dormido las horas que necesitaba el cuerpo. De todas maneras, como no tengo nada mejor que hacer, sigo tumbado en la cama haciendo el perro.

El perro... El mamón del perro que cada día, por la mañana, se dedica a explicarle al barrio entero, con pésimos modales, que él es el rey del mundo canino cuyo centro debe quedar más o menos a dos centímetros de mi tímpano izquierdo. Ahora si que ya no hay manera de seguir remoloneando en la cama.

No puedo desayunar nada de nada. La boca me sabe a rayos y me lavo los dientes, asegurándome de que escupo toda el agua que entra en la boca después de enjuagarla. La mañana se presenta bastante aburrida. He decidido realizar mi excursión biciclista por la autopista por la tarde, para que el sol no me haga sudar demasiado y para que tenga que esperar poco tiempo para poder beber.

Las horas pasan lentamente, no es menospreciable el tiempo que le dedicamos cada día a tareas relacionadas con la comida: preparar, engullir, limpiar... Me he pasado toda la noche soñando con una comida familiar en la que yo era el único que no quería comer, para después darme cuenta que estaba masticando un trozo de pollo rebozado.. ¡mierda! Ahora que estoy despierto el tema de conversación mental no cambia mucho. Cada dos por tres me estoy acordando de alguna receta o de algo relacionado con la comida. Por suerte no tengo sed y el hambre, después de retorcer el estómago durante un rato, siempre acaba por desaparecer.

Para no pensar en comida opto por hacer lo que hacen los judíos: pensar en todo lo malo que le has hecho a los demás en tu vida, lo cual no está mal como entretenimiento. Después de volver atrás hasta el colegio, cuando me peleaba con Claudio, un compañero de clase, ya no me quedan muchas cosas por rememorar. Algunas van saliendo haciendo pinceladas durante el día, pero no son lo suficiente para no aburrirme. Opto por leer.

Poco rato después me acabo el único libro que me quedaba por acabar, de los que me había traído a Israel. Pero siempre quedarán las peliculas. La primera que veo, "Pequeña Miss Sunshine" que me sorprende bastante, por ser una peli de una familia desestructurada americana que solo le llega a los tobillos a American Beauty, pero con vaya peliculón la estoy comparando.

Después de la peli ya es lo suficientemente tarde como para empezar la procesión hasta la autopista. Cojo la bici y me voy por las calles de Givat Shmuel hasta llegar a la salida principal a la autopista. Por las calles hay gente, pero no tanta como ayer y en la autopista hay más o al menos ahora los veo. Hay un grupo de niños, cerca de la gasolinera, que han montado un grupo en la autopista y se pasean en círculos. También hay familias que se pasean en bicicleta de un barrio a otro. En ese momento me doy cuenta de que me he olvidado la cámara de fotos en el apartamento y voy a buscarla. ¡Esto tengo que inmortalizarlo!

Con la cámara en mano, me dedico a hacer de paparazzi por las calles del barrio. Hago fotos a los niños y las familias paseando por en medio de la calle. Cuando llego a la autopista, el grupo de niños no solo sigue allí, sino que parece haber aumentado. Parece un piquete. Yo les hago unas fotos disimuladamente y después dejo la cámara para que me inmortalice a mi también, no iba a ser yo menos.

El paseito doble en bici ha conseguido que sude y el sudor, como todo el mundo sabe, es el predecesor de la sed. Cuando llego a casa son poco más de las 16:00 y todavía quedan dos horas para que acabe el suplicio. El hambre ha quedado relegada a la consciencia del fondo de la habitación y la omnipresente sed es ahora la reina. Para pensar en otra cosa no hay nada mejor que una película.

Ahora veo Brubaker, sobre una prisión corrupta y su remodelación a manos de un valiente Robert Redford. La película es muy buena, lo cual me mantiene alejado de la nevera el suficiente tiempo. Los últimos 20 minutos, antes de las 18:00, no puedo separar los ojos del reloj. Cuando finalmente dan las seis me meto un litro de zumo del tirón y durante los siguientes 45 minutos cae otro medio litro.

Dean llama por teléfono cuando, entre meada y meada, yo ya daba por hecho que se había olvidado de nuestra cita. Yo todavía no he comido nada para poder romper el ayuno con él. Dean me sugiere que coma algo para abrir el estómago, antes de que vayamos a comer juntos. Ahora me pasará a buscar.

Yo de mientras vuelvo al lavabo a mear otra vez y preparo un poco de salsa de tomate que sobro ayer de los espaguetis y me la como con una pita. La verdad es que tengo hambre. Dean aparece pronto, parece que no hay mucho tráfico, y me lleva a Tel Aviv a cenar una hamburguesa guarra en el puerto.

A Dean no le gusta nada Tel Aviv, ni la gente que suele vivir allí, ni como están montadas las calles. Dean sería capaz de guiarse en medio del desierto, pero en Tel Aviv tarda más de media hora en encontrar el puerto. Otro de los problemas de Tel Aviv es encontrar un sitio donde aparcar, por suerte en el puerto hay aparcamiento de pago y vale la pena dejarse los shekels.

Por la noche el puerto tiene bastante ambiente, hay una zona de restaurantes y bares bastante pijos en los que ni siquiera nos planteamos entrar. Yo voy vestido con pantalones cortos y zapatillas de deporte, Dean lleva el atuendo típico de un kibbutzero. Seguro que nos costaría entrar. Tanto como nos cuesta no girarnos cuando pasan las típicas frejot maqueadísimas, camino de su bar preferido. Dean dice que se puede saber como de frejot es una chica mediante dos parámetros: los zapatos y las uñas. Yo le doy la razón.

En la hamburguesería Agadir hay un guarda de seguridad y una chica que atiende a los que quieren entrar. Por suerte hay una mesa libre para dos y no tenemos que esperar. Según Dean las camareras de esta cadena son las más buenorras de Israel, a mi no me impresionan tanto. Cuando se acerca una a tomarnos nota nos pedimos unas limonadas y para comer las hamburguesas más grandes que tienen. Se acabó la semana sin carne.

A la media hora nos traen nuestras hamburguesas guarras, son grandes, muy grandes. Casi no me cabe entera en la boca, pero yo soy un experto engullidor de hamburguesas guarras. He vivido en Miami cuatro años y mis padres tenían un restaurante americano en Barcelona. ¿Para qué ser modesto?

Comer una mega-hamburguesa sin que se te desmorone tiene su gracia. Pero en realidad sólo hay dos reglas que, si las cumples, consiguen que es desastre sea mucho menor. Hay cosas que no se pueden evitar, como las gotas de salsa correteando entre los dedos y algún que otro trozo de lechuga cayendo al plato, pero ayudan un montón.

Los mandamientos de las Meghamburguesas:

- NO dejarás jamas la hamburguesa en el plato después de cogerla
- NO intentarás reagrupar la hamburguesa descarriada

El primer mandamiento es el más complicado de llevar a cabo. Sobre todo porque las hamburguesas suelen ser tan grandes que hace falta práctica y habilidad para ser capaz de cogerla con una sola mano. Es necesario cogerla con una sola mano para poder saborear alguna patata frita o darle un sorbo a tu bebida sin dejar la hamburguesa en el plato. Si no eres capaz de coger la hamburguesa con una sola mano, debes seguir comiendo hasta que seas capaz. Si no cumples este mandamiento, cuando vuelvas a coger la hamburguesa del plato, la furia del dios Ham Burguedón caerá como un rayo sobre tu hamburguesa, que horrorizada, huirá de entre la presa del panecillo e irá a parar al plato, o algún sitio peor, para la burla de todos los presentes.

El segundo mandamiento es de fácil aplicación. El problema reside en que el ser humano, por condición natural, pretende que su hamburguesa mantenga la forma inicial. ¡Olvidaos, o seres impíos, de la condición inicial de la hamburguesa! Tarde o temprano la hamburguesa acabará como una masa triturada de carne, verduras y harinas horneadas, dentro de vuestro estómago, atacada por ácidos y movimientos sexis. ¡No os preocupéis por que vuestra hamburguesa no sea la más bonita del lugar! ¡Acordáos de vuestro cometido! ¡¡EL NO DERRAMAMIENTO DE LA SUSTANCIA SAGRADA SOBRE EL PLATO INFERNAL!! Si la hamburguesa o alguno de sus componentes, comenzara a desviarse de su camino, y creedme que lo hará, no os queda más remedio que atacar a la porción hereje a base de mordiscos.

Terminado este breve inciso sobre como comerse una meghamburguesa, que me había olvidado de comentarle a Dean, lo cual se hace evidente por el estado de su plato, me auto-proclamo vencedor de la comida hamburguesil. Mi plato está prácticamente limpio, a parte de algunas gotas de sangre y un poco de lechuguita. Otra nota, todo lo que va al plato no debe volverse a comer, lo cual es consecuencia del primer mandamiento. Dean y yo no hemos tenido mucha oportunidad para charlar, dada la concentración necesaria para terminar nuestro cometido. Pero ahora, con una nueva limonada por estrenar, empezamos a hacer sobremesa.

La cena la pago yo, aunque Dean se queja un poco. No le gusta discutir sobre dinero así que no me cuesta imponer mi decisión, que a mi me parece de lo más justo. Dean me ha estado llevando por ahí en coche, enseñándome la pared para escalar y siendo mi primer amigo Israelí. Además me pagó dos entradas al rocódromo. Dean no me escucha, porque no quiere discutir, pero se siente extraño cuando le pagan la comida.

Después de todo el expectáculo nos volvemos en coche hacia mi casa. Antes de salir nos despedimos con un abrazo. Me he dado cuenta que la gente de por aquí no son muy proclives al contacto físico. Las chicas no dan besos al presentarse y un abrazo entre chicos se siente un poco extraño. Dean está fuerte y me llevo un par de palmadas en la espalda que me hacen venir el "eruptito" de después de comer. Antes de marcharme Dean tiene una última sorpresa, me ha regalado un poster de escalada. Yo no soy muy proclive a colgar posters, hace muuuchos años que no cuelgo nada en las paredes de mi habitación. Pero haré una excepción y quizás cambie mi manera de adornar el cuarto. Me alegro de haberte conocido Dean. Te espero en Barcelona para llevarte a escalar.

Son pasadas las doce y no se me ocurre nada mejor que irme a dormir, ya me quedan pocas cosas por hacer aquí y aún menos tiempo.

Lehitraot.

1 comment:

Jose said...

BUEN VIAJE DE VUELTA!!!!!