Último día

Domingo 23 de Septiembre, 2007

Hoy es mi último día en Israel y va a ser un día largo. El avión sale por la madrugada, a las 5:30 con lo cual no voy a poder dormir mucho. Pero eso todavía no me preocupa, primero tengo que ir al laboratorio.

Como buen mediterráneo todavía tengo la maleta por hacer. No tengo intención de hacerla hasta la tarde, o la noche. Vaya, que ahora no me apetece. Lo primero que voy a hacer es ir al supermercado a comprar un par de cosas de primera necesidad: Tjina y falafel. Humus estaría bien, pero no creo que sea buena idea llevarse humus hasta España en la maleta, seguro que se pone malo.

En el supermercado no me cuesta mucho encontrar el Tjina. Compro un pote de concentrado que pesa un kilo. Espero que me dure al menos hasta la próxima vez que vuelva a Israel, o hasta que encuentre una tienda en Barcelona que lo venda. Los sobres de pasta de falafel no los encuentro por ninguna parte, seguro que Jose se llevó los últimos la semana pasada. Bueno, tengo lo principal.He traido mi propia bolsa de plástico. Reciclaje al poder. Ahora voy con ella hasta casa y dejo el Tjina encima de mi cama. Me marcho hacia el laboratorio.

En el laboratorio me cuesta seguir escribiendo el artículo. Todavía estoy esperando a que Gal y Gery me envíen sus comentarios, lo cual me temo que me va a llevar tiempo. A Gal cada vez que lo veo le suelto alguna ironía sobre el trabajo que tiene pendiente. Él se ríe, yo espero que surta efecto y que haga su parte lo suficientemente rápido como para no estresarme una semana antes de que venza el plazo para la conferencia a la que queremos enviar el artículo.

El último día me merezco un shawarma. La semana pasada no comí nada de carne, bueno casi nada. Ayer rompí el ayuno con la pedazo hamburguesa, así que ya no tiene sentido que me reprima. Se me cae la baba, mientras voy con Alón a buscar mi pedazo de carne en pita, pensando en el bocado que me espera.

La gente del laboratorio parece que hoy no tiene mucha prisa por comer, pero mi shawarma está ahí, encima de la mesa, pidiéndome a gritos que lo devore, lentamente. Mientras no convenzo a dos o tres más para que me acompañen a comer, voy comiendo verduritas especiadas que te regalan con el shawarma. Lo de comer poco a poco lo lleva claro, yo todavía tengo hambre acumulada y no tengo mucha paciencia.

Hoy por la noche me llevan a cenar Gery y Gal, por ser mi último día en Israel. Gal me comenta un par de opciones: un restaurante de hamburguesas guarras muy buenas y un argentino. Yo le cuento mis peripecias de ayer y mi ritual de adoración a Ham Burguedón, con lo cual acabamos por decidir que hoy toca argentino.

Curiosamente hoy me empiezan a preguntar sobre el destino de nuestros Ferraris. Yo los daba los dos por abandonados, a su suerte, a manos de Rami, Lizet y sus gatos. Pero parece que siempre encuentras algún alma caritativa que siempre había deseado transporte de lujo y esté dispuesto a mimarlo como se merece. O al menos eso espero.

Eli, un chico que estudia ingeniería y es un habitual del laboratorio, me pregunta si se puede quedar una de ellas. Le hago prometer que la cuidará y le dará a la ranita, que tiene por bocina, una hoja de lechuga diaria. Ahora la bici es suya. Me da cierta pena tener que separar a los Ferraris que tanto tiempo han pasado juntos... tantas aventuras. Pero cuando uno se hace mayor, hay que independizarse.

Gal, que ha oído la conversación de fondo, se ofrece a cuidar del otro Ferrari. Le vendrá bien en el laboratorio para poder ir por la universidad. Se va a convertir en el Ferrari Maverick. Me gusta. Pero antes toca negociar un poco su adquisición, Gal se ha ofrecido a hacer un trueque y yo no estoy dispuesto a recibir dinero, así que acordamos que la cena de hoy corre de su cuenta.

Todavía queda pendiente un pago con el casero. Hay que verificar que todo esté bien y falta por pagar la luz. Como Gal es el que se encargó de todo, se ofrece a venir al apartamento a lidiar con Rami. De paso su hermano, que se acaba de ir a vivir con su novia, vendrá a buscar el microondas, que nos ha prestado Gal durante estos meses.

Como el Ferrari de marchas se lo queda Eli, yo le pido que me dé el candado y me voy con Gal al apartamento. Por el camino, en el coche, Gal se pone al teléfono para darle instrucciones a su hermano de como llegar a mi apartamento. El pobre ya se ha perdido dos veces. A Gal le hincha de orgullo hablar de su hermano menor, más alto, más guapo y más inteligente que él. La verdad es que en cuanto a su aspecto físico no le quito razón, lo de la inteligencia queda por demostrar.

Rami está esperándonos en el jardín, rodeado de gatos. Cuando subimos al apartamento ellos empiezan a hablar en hebreo y yo no sigo la conversación. Los israelís siempre son muy gritones y gesticulan mucho, así que no me da la sensación de que Rami se esté quejando mucho, pese a lo que vocifera y la violencia con que mueve los brazos. En un momento dado señala al suelo de al lado de la cocinita, que esta un tanto guarro, y me señala, diciendo que me va a matar por cerdo. Gal me cuenta después que pretendía cobrar por la suciedad, pero que ha desisitido pronto.

El contador de la electricidad suma algo menos de 500 vatios hora, lo cual, a medio shekel el watio hora sólo suma 238 shekels que se le deben por la electricidad. Supongo que el agua entraba en el contrato, porque no debe tener forma de medir cuanta hemos utilizado. Le doy el dinero ipsofacto y se marcha después de haberlo contado dos veces. Yo le doy las gracias por el tiempo que hemos pasado aquí.

El hermano de Gal ha aprovechado el tiempo para llevar el horno microondas al coche. Ahora acaba de volver y yo le cuento que, si quiere, tenemos una olla y una sartén que compramos nuevas y que se las puede llevar. Es un poco tímido y la acepta amablemente, yo tampoco me las voy a llevar a España y Gal se ha portado muy bien, así que es un placer saber que van a recibir un buen uso.

Todavía falta que Gal se lleve el otro Ferrari. Hemos apreciado que no cabe entero en su maletero, pero Rami tiene unas llaves inglesas que nos sirven para desmontar la rueda delantera y así sí que cabe. Ya tengo las manos llenas de grasa otra vez, la última vez a causa de los Ferraris, es su manera de despedirse de mi.

Gal y su hermano se dan un abrazo para despedirse, se nota que se quieren mucho, y nosotros nos vamos en coche para el argentino. Gery ha llamado hace un momento para decir que también está de camino y para preguntar cómo llegar. El restaurante está en un parque tecnológico, que visto desde fuera no parece que vaya a albergar ningún restaurante. Gal aparca el coche en un descampado que hay delante y a lo lejos, cerca de una entrada al patio interior de los edificios, vemos a Gery esperando sentado en una valla de metal.

La zona está completamente vacía, nadie por aquí trabaja hasta tan tarde, exceptuando a los de los restaurantes. A parte del argentino, también hay un asiático de cocina fusión moderna. Tanto fusión como moderno son de esas palabras que no quieren decir nada pero molan porque están de moda. O están de moda porque molan, nunca estoy seguro del orden.

La carta del argentino consta mayormente de carnes. Entrecot, solomillo y brochetas de diferentes tamaños. Al final los tres nos pedimos un entrecot de medio kilo, ni más ni menos. Como la carne tarda un poco en cocinarse, también nos pedimos unos champiñones salteados con ajo y perejil y para beber vino y agua.

Los champiñones resultan estar buenísimos y duran bastante poco en el plato. La carne tarda un poco más. Cuando aparece, nos la traen en una bandeja encima de una especie de cuenco. Me imagino que el cuenco está lleno de algo caliente. Como el entrecot es tan grande, se trata de coger un pedazo y ponértelo en el plato para comer, mientras el resto se queda en la bandeja, donde mantiene la temperatura.

He aprendido, últimamente, a tomarme la comida con más calma. Yo siempre he sido el típico engullidor nato. Seguramente por culpa de alguna vida pasada en forma de pelícano. Pero cuando te ponen medio kilo de carne, que sabes que no se va a enfriar, puedes ir más despacio. Además la cena es muy animada, Gal y Gery me caen muy bien y charlamos alegremente de casi todo. Gery y Gal acaban antes que yo de comer, pero yo me lo acabo todo, a mi ritmo. Gal ha hecho trampas y no ha comido nada al mediodía para poder comer más ahora, Gery parece que se hubiera comido un entrecot incluso más grande todavía.

El vino ha durado toda la cena, estábamos más preocupados por comer que por beber. Yo en el último día me he trapiñado cerca de un kilo de carne, esto va a pasar factura. Gal y Gery se piden café pero a mi no me hace falta, ya estoy suficientemente nervioso por ser mi último día y no hay manera de hacerle hueco a un postre. La sobremesa es tanto o más animada que la comida, ahora no hay carne de por medio y charlamos un buen rato. Yo aprovecho un momento en el que hablamos de nuestro trabajo y les meto caña a los dos por no haber hecho su parte todavía. Nos reímos todos, en el fondo estamos contentos del trabajo realizado y creemos que promete. Este parece el principio de una colaboración que durará mucho tiempo.

El restaurante está vacío y ya va siendo hora de que nos vayamos. Sólo son las 10:30, se me hace muy raro que sea tan pronto, estos israelís son un poco nórdicos en cuanto a la hora de comer. Gal y Gery se ponen a discutir, en hebreo, sobre cuanto va a pagar cada uno. Yo me los miro y me divierte. Ellos se disculpan por hablar en hebreo, no es que no quieran que me entere, simplemente les es más fácil negociar en su lengua natal.

El camarero lo pasa bastante mal para satisfacer las exigencias de dos investigadores en inteligencia artificial intentando repartir los gastos de la cena. Hace falta repetir dos o tres veces los pagos por tarjeta de crédito, lo cual desenboca en una marea de papeles de factura y no se aclaran con cual hay que firmar. Al final se equivocan y firman el que no toca, pero no creo que le importe al pobre camarero. Lo importante es que alguien haya pagado.

A Gery le va de camino dejarme en casa, Gal tiene que ir en la dirección opuesta. Toca despedirse de él ahora. Gal me da un abrazo y nos damos mutuamente las gracias por haber dedicado este tiempo a colaborar. Me alegra el abrazo de Gal, no es muy habitual este tipo de contacto con un Israelí. Espero poder volver a visitarlo y colaborar más con él.

Gery me lleva al apartamento. Los dos coincidimos en que ha sido una lástima no poder colaborar más estrechamente, entre su viaje a Turquía, el miluim y el trabajo no podía dedicarme mucho tiempo. Gery está un tanto insatisfecho del mundo laboral y echa de menos la investigación. Me da las gracias por querer colaborar con él y devolverle la ilusión por hacer algo nuevo. Yo he aprendido mucho de ambos y también tengo muchas cosas que agradecer. Por lo pronto, que me haya traído hasta casa. Le digo a Gery, antes de subir a hacer la maleta, que si se pasa por Barcelona estaré encantado de hacer de guía, que no se me da nada mal.

Tengo tres horas antes de tener que marchar hasta el aeropuerto. El avión sale a las 5:30am y hay que estar al menos tres horas antes. Aprovecho para llamar a un taxi para que me venga a buscar a las 2:00am mientras empiezo a preparar la maleta.

No es que me haya comprado un montón de cosas. Para mí solo hay las zapatillas tortuga ninja, pero hay una bolsa llena de regalos. Repaso todo el cuarto para asegurarme que no me olvido nada unas 20 veces. Como me conozco, estoy seguro de dejarme algo siempre, la cuestión es que lo que te olvidas no sea nada importante. Esta vez, como pasa siempre, la maleta cuesta más de cerrar que cuando la hice al venir.

Todavía me queda bastante tiempo para que llegue el taxi a recogerme. De mientras aprovecho para escribirle una carta de despedida a Najum, el cual sólo la podrá leer cuando llegue de Sud América. Le he dejado un regalito en la lavadora, que tiene en la puerta de casa. Espero que utilice muy a menudo mi antigua bolsa de magnesio. Sé que le ha gustado mucho esto de escalar y así se acordará de mi. A mis caseros también les escribo una carta, dándoles las gracias por portarse tan amablemente con nosotros, también se la firmo, por si acaso me vuelvo un tipo famoso en el futuro, así podrá hacer un museo.

Como dormir no es una opción, mato el tiempo viendo capítulos de una serie en el ordenador. El taxi tardará aún un rato en llegar.

Lehitraot.

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